Nacida a Tokio en 1933, Ayako Wakao estudió interpretación en la escuela de la Daiei, donde fue seleccionada por Masaichi Nagata, entonces presidente de la Daiei. Hizo sus primeras películas en 1952, en papeles de “típica joven japonesa”, pero fue Kenji Mizoguchi quién le dio una verdadera oportunidad en 1953, ofreciéndole un papel en “los músicos de Gion” (Gion bayashi), dónde con 20 años, interpretó a una hermosa maiko.
Su extrema belleza, y, en particular, el perfecto óvalo de su cara, la ayudaron naturalmente en sus principios y pronto se volvió una de las actrices más valoradas entre los jóvenes espectadores japoneses, pero fue gracias a trabajar bajo la dirección de Mizoguchi y de algunos otros excelentes directores, (Gosho, Kawashima, Ichikawa y Yasuzo Masumura), como rápidamente demostró que podía ser también una intérprete de primer nivel. Mizoguchi la elige de nuevo para personificar a la frágil Yasumi, una joven prostituta que necesita dinero para sacar su padre de prisión, en su última película, “la calle de la vergüenza” (Akasen chitai, 1956), donde trabajará junto a la superestrella de la Daiei, Machiko Kyo.
Con Kon Ichikawa trabajará en algunas de las películas de su mejor época, la de los años cincuenta. Trabajó en Nihonhashi, una película sobre una geisha, adaptación de una novela de Kyoka Izumi, pero sobre todo en “Punishment Room” (Shokei no heya, 1956), adaptación de la provocadora novela de Shintaro Ishihara, dónde, una joven muchacha violada por un estudiante, simboliza la pureza del joven japonesa “eterna” manchada por la brutalidad masculina de la posguerra.
Apareció entre cinco y diez películas al año, como cualquier actriz bajo contrato, e hizo todo tipo de películas en un cine japonés en plena expansión artística y comercial. Entre las decenas de títulos de este fasto período, se pueden mencionar algunas películas que bajo la dirección de grandes cineastas: Hotaruhi de Heinosuke Gosho (1958) (dónde sólo tiene un papel modesto junto a Chikage Awashima), Yoru no sugao de Kozaburo Yoshimura (1958), Sayonara (1959) y Bonchi, dos comedias de Kon Ichikawa, pero sobre todo la admirable “la hierba errante” (Ukigusa, 1959), la única película de Yasujiro Ozu para la Daiei, donde interpreta a una actriz de una compañía ambulante, en lo que fue una nueva versión del clasico del cine mudo del mismo Yasujiro Ozu de 1934, “historia de las hierbas flotantes”.
A comienzos de los años 60, Ayako Wakao comienza a asumir su nueva personalidad: ya no es la “pequeña novia de Japón”, sino se convertirá en esa “femme fatale” de la que serán víctimas los espectadores japoneses. Comenzará una fructífera relación con el joven cineasta Yasuzo Masumura, que había sido condiscípulo de Mishima a la Universidad imperial de Tokio durante la guerra, el cual afirmaba la existencia física de la mujer japonesa, en contraste con un hombre “devaluado”: “Contrariamente al hombre, que no es más que una sombra, la mujer es un ser que existe realmente, es un ser extremadamente libre. Ruedo el erotismo tal como lo veo“.
El punto culminante de la doble carrera Masumura/Wakao es el famoso “ángel rojo” (Akai tenshi, 1966) dónde, en el papel de la enfermera Sakura ejerce papel de soberanía absoluta sobre el hombre (el Dr. Okabe) hasta hacerle recuperar su virilidad perdida, haciendo uso de su uniforme, en una escena erótica juzgada muy atrevida en la época. Película fascinante y ambigua, a menudo a los límites del soportable, el ángel rojo resume toda la obra de Masumura, según la cual, la mujer moderna japonesa es más enérgica que el hombre, más allá de las apariencias.
La colaboración de Masumura con su actriz fetiche acaba en 1969, con una curiosa adaptación de “Nube de pájaros blancos” o “Mil de grúas salvajes“, Senbazuru, de Kawa-Bata, en un momento en que la Daiei estaba al borde la quiebra.
Durante los años 70, en plena decadencia del cine artístico japonés, abandonó prácticamente la gran pantalla por la pequeña, trabajando en varias series televisiva, y se casará con un arquitecto famoso, Kisho Kurokawa. Volverá de vez en cuando al cine para papeles elegantes como “La Princesa de la Luna” (Taketori monogatari, 1987), una fábula fantástica de un Ichikawa en horas bajas.
Pero para todos sus admiradores, Ayako Wakao seguirá siendo “el Ángel rojo” la heroína irreemplazable de Masumura.
NOTA: Esta reseña biográfica fue escrita por Holleymartins en una retrospectiva sobre la actriz para Allzine.
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