Ōdishon (1999)
Director: Takashi Miike
Guión: Daisuke Tengan (basado en la novela de Ryū Murakami)
Actores: Ryo Ishibashi, Eihi Shiina, Tetsu Sawaki, Jun Kunimura, Renshi Ishibashi, Miyuki Matsuda, Toshie Negishi,Ren Ōsugi
Productora: Basara Pictures, Creators Company Connection, Omega Project
Director de fotografía: Hideo Yamamoto
Editor: Yasushi Shimamura
Music: Kōji Edō
Si hay un film por el que Takashi Miike será venerado eternamente en Occidente ese es Audition. Si Fudoh: The New Generation había abierto las puertas del mercado internacional al director, Audition iba a entregarle un abono completo e irrevocable a los festivales de cine internacionales. Miike ya gozaba de cierta reputación, las ediciones de 1999 de FanTasia y el Vancouver International Film Fest ya habían contado con su trabajo y el Courmayeur Noir in Festival en Italia le había dedicado su primera retrospectiva. Pero Audition iba a hacer que a partir de ahora entrara en los festivales de cine por la puerta grande.
Audition es una adaptación de la novela de Ryū Murakami de 1997, un escritor fundamental en el panorama literario contemporáneo japonés pero prácticamente desconocido en nuestro país. Es un escritor que representa muy bien las contradicciones de los autores de su generación que, en contraposición a generaciones anteriores, se niegan a comprometerse política y socialmente en sus obras. Es una generación tachada de “generación vacía” que el gran Kenzaburō Ōe ha llegado a lamentar públicamente. Sin embargo, la ausencia de compromiso en sus trabajos es en sí un posicionamiento y Murakami es el ejemplo estrella. Si escarbamos en el sexo, las drogas, el surrealismo y la violencia de sus novelas —que son muescas del vacío de su generación— podemos sacar a la luz una crítica a la sociedad conservadora muy destilada: la situación de la juventud japonesa, el influjo de Occidente en Japón, el proceso de modernización, el desarrollo social, la desilusión individual y la consiguiente venganza contra la sociedad, el impacto de la música y el cine americanos en la cultura japonesa, el férreo sistema educativo japonés…
El argumento de Audition nos descubre la vida de Aoyama, un productor de documentales que tiene su propia empresa y que ha tenido que criar solo a su hijo Shige desde que su mujer Ryoko muriera hace siete años. Habiéndose dedicado plenamente a su hijo y a su empresa los últimos años, Shige le pregunta por qué no busca una nueva esposa. La pregunta reconcome a Aoyama, quien comienza a sentirse sólo y decide casarse. Pero no tiene tiempo para un omiai, con lo que su amigo Yoshikawa, quien trabaja en el mundo del cine, le convence para hacer una audición para una película que no existe. A Aoyama le hace sentir un poco mal la idea, pero el poder conocer a muchas mujeres a la vez, establecer los requisitos y observarlas con tiempo antes de decidir es exactamente lo que necesita. Sin embargo, antes de empezar la audición, ya se ha decidido por una de las participantes: Asami Yamazaki. Después de la audición, Aoyama contacta con ella y poco a poco comienzan una relación hasta que van a pasar un fin de semana juntos a un hotel y a la mañana siguiente ella ha desaparecido. Aoyama le sigue la pista desesperadamente sin suerte. Es Asami quien le encuentra decidida a mutilarle y matarle por todas sus mentiras.
Como ya viene siendo una característica habitual en muchas de sus películas, el lenguaje cinematográfico marca dos partes diferenciadas. La primera parte es cronológica y de ritmo lento: desde la muerte de Ryoko, obviando los siete años que padre e hijo han pasado sin ella, hasta la noche de pasión de Asami y Aoyama en el hotel. Miike y Yamamoto se deleitan usando la narrativa visual en esta parte para hacernos empatizar con el personaje. Aoyama es un padre que ni siquiera sabe como consolar a su hijo cuando muere su esposa, un hombre solitario que ha pasado los últimos siete años cuidando de su hijo. Si el plano con el título de la película nos muestra a padre e hijo andando juntos por el mismo camino en la vida, la siguiente escena nos muestra la gran barrera generacional entre ellos: padre e hijo pescan cada uno en una piedra con considerable distancia entre ellos. Ahora que Shige es adolescente no tiene tanto tiempo para pasar con su padre, que suele cenar sólo y beber hasta altas horas. En el trabajo, tampoco parece confraternizar demasiado, aunque sí se noten los sentimientos de su secretaria hacia él. Cuando Aoyama comparte plano con otro personaje o bien estos están en movimientos contrarios, como en la escena con Rie-san o bien hay una barrera arquitectónica en el plano como en la escena con su secretaria, o simplemente aparece solo y encajonado. Incluso la cámara se aleja de él, ofreciéndonos los picados completamente perpendiculares con los que tanto disfruta Miike. Todo para recalcar la sensación de soledad, se fatalidad. Sólo con su editor en una escena del principio y luego con Yoshikawa, con quienes comenta su soledad. Con Yoshikawa bebe codo a codo y es quien mejor entiende y comparte este encierro. Ni siquiera el chico de la barra entiende sus comentarios sexistas y el por qué un omiai no es una buena elección y una audición sí.
Cuando llega el día de la audición y vemos por primera vez la sala, el plano general de la silla vacía en la inmensa habitación llena de luz natural insinúa precisamente eso: el gran vacío y la gran absurdidad que supone la audición. Vemos pasar a diferentes chicas, todas exageradamente fuera de lugar hasta que llega Asami. Siempre vestida de blanco, con el pelo suelto, la silla está colocada incluso más cerca de la mesa de Aoyama y Yoshikawa que con el resto de candidatas. Incluso, las persianas están bajadas y la silla queda entre dos persianas, resultando en un cuadro entre blancos y negros con su lado derecho bañado por luz y el izquierdo por oscuridad, como sus dos caras. Cuando Aoyama se sienta en la silla, el cuadro que resulta es sensiblemente diferente por la posición de las persianas pero también está compuesto por blancos y negros. Esto nos indica que él también tiene dos caras. El espectador conoce el secreto de Asami y eso ayuda a Miike a crear justo la emoción que necesita, sin pensar demasiado en las mentiras de Aoyama.
En las citas de Aoyama y Asami, Miike los sentará en restaurantes poco bulliciosos y separados del resto de mesas, incluso drásticamente cuando utilice la biga del techo: es Asami que ha conseguido traspasar las barreras de Aoyama y ahora están en su micro-mundo. La Asami que vemos pasear por la misma calle por la que siete años antes paseaban padre e hijo, pisa fuerte y el abrigo rojo que cubre su vestido de mujer perfecta advierte del peligro. La música melancólica acompañará a menudo la voz de Asami cuando hable de sí misma y en la primera cita Miike utilizará la cámara subjetiva en la dialéctica plano – contraplano cuando esté en la posición de Asami para que el espectador sienta las mentiras de Aoyama. En la segunda, la poética visual irá más lejos y al mentirle Aoyama sobra la película, lo aparatará de ella encuadrándolo como en una pecera de mentiras. Una vez afianzada la relación entre los dos, Miike volverá al plano medio corto de frente de los dos personajes que había utilizado sólo para los encuentros de Aoyama con Yoshikawa, equiparando la importancia de Asami en la vida del protagonista.
En la secuencia de Asami y Aoyama en el hotel, el director jugará con las tonalidades. Las tonalidades cálidas bañaran la silueta de Asami en la playa porque por fin parece que la luz ha entrado en su vida, mientras que Aoyama continúa en la oscuridad. En la secuencia de la cama también, una tenue luz azul baña a Asami envuelta del blanco de las sábanas. Ese blanco de pureza de las sábanas, contrasta con Aoyama aún vestido con traje oscuro y en la oscuridad de la habitación. No es que ella le haya contado todo, claro, pero le ha contado todo lo que le puede contar. Él sin embargo, sigue ocultando la existencia de Shige. Cuando Aoyama jure amarla sólo a ella y Asami se abalance sobre él, el estilo cinematográfico cambiará radicalmente.
En la segunda parte del film, ya no habrá más poética visual. La cámara se volverá más inestable para transmitirnos el estado de nervios de Aoyama y el montaje dejará de ser cronológico. Los planos reales yuxtapuestos —gracias a falsos raccords— con planos extraídos de la imaginación y los deseos de Aoyama y flashbacks de sus citas en los que intentará rebuscar para comprender por primera vez a Asami. El montaje nos confundirá induciéndonos en su mismo estado de embriaguez y drogas. La escena de la tortura es la más larga de todas, teñida por la influencia del ero-guro japonés que se haría a partir de entonces más inevitable en su filmografía. El equilibrio entre lo erótico y lo grotesco es la clave. La bella Asami con su vestido blanco y su delantal de carnicera de cuero negro, su kiri-kiri cínico mientras clava las agujas en los ojos de Aoyama, su sonrisa de loca mientras le corta el pié. No hay música, sólo el diálogo y el sonido de los utensilios de Asami que contrasta con los quejidos de dolor de Aoyama. Miike no escatima en planos holandeses, primeros planos e incluso planos detalle para hacer la escena más grotesca.
En cuanto a la interpretación del film, la crítica se divide. Hay quien ve una venganza de la sociedad patriarcal y hay quien ve un simple malentendido entre dos personas. Sin embargo, si leemos la novela de Murakami la crítica a la sociedad japonesa es más que evidente. No es un ataque tanto a la sociedad patriarcal sino a la familia conservadora en la que el papel de la mujer es el de la “buen madre, buena esposa”. Es una crítica generacional. La generación de Aoyama no comprende a las mujeres modernas, sino que se embuten en sus trajes de ejecutivos respetables y escogen esposas educadas y sumisas, a la vez que regentan clubes nocturnos. No es que Asami sea una vengadora feminista, es un producto de la sociedad hipócrita y sexista, que la propia sociedad no ha sabido manejar ni comprender. Shige sin conocerla sí la entiende perfectamente. No comprende como tanto sufrimiento se puede borrar sólo con el ballet y advierte a su padre. Murakami confía en que la siguiente generación solucione la distancia entre hombres y mujeres y lo demuestra el orgullo de Aoyama por su hijo durante toda la novela. Miike centra el mensaje en el dolor de Asami, y cómo Aoyama al ser torturado y sentir dolor físico, es capaz de comprender su dolor. La diferencia entre la generación de Aoyama y la generación de Shige se hace más sutil pero es definitiva cuando Shige salva a su padre y mata a Asami.
Audition se proyectó por primera vez en el Festival Internacional de Cine de Róterdam en 2000 donde ganó el premio de la crítica, marcando el inicio del culto a Miike. Además, es la primera película del director que se estrenó comercialmente fuera de Japón recaudando sólo en España 63.000 euros, lo suficiente para que la crítica decidiera seguirle los pasos y ver crecer su culto.
Bibliografía:
HANTKE, Steffen (2006). «Japanese Horror under Western Eyes: Social Class and Global Culture in Miike Takashi’s Audition». En: Japanese Horror Cinema. Edinburgh: Edinburgh University Press, pp. 240.
MES, Tom (2006). Agitator: The Cinema of Takashi Miike. UK: FBA Press, pp. 432
Takashi Miike: La provocación que llegó de Oriente (2013). Ángel Sala (coordinador) y Desirée de Fez (coordinador) [et al.]. Madrid: Calamar ediciones, pp. 143.
Redacción: Sabrina Vaquerizo (@svaquerizo)
el hecho de que la protagonista sea una especie de “vengadora feminista” me parece patético, mas aun teniendo en cuenta de que todo el tiempo tanto hombres y mujeres seleccionan a su pareja en una especie de “audición”…al fin y al cabo se elige con quien se quiere estar no?…eso significa que dejamos a un montón de contendientes por el “puesto” atrás…por lo tanto, la situación de la audición no me parece sexista, es algo natural en ambos sexos (y mas en mujeres si se me permite opinar, ya que ellas son la que tienen la palabra final a la hora de elegir con quien estar)…todo se vuelve mucho mas gracioso aun, si hoy en día remarcamos que usamos Tinder para seleccionar pareja.