Una figura crucial en el ferviente mundo del cine independiente de crítica social, Koji Wakamatsu gano notoriedad al principio de su carrera por sus trabajos en el campo de la “erodiction” (contracción de “producción erótica”), exploitations de bajo presupuesto con temas para adultos que surgieron para cubrir los huecos que dejaban el todo poderoso sistema de estudios japonés durante la década de 1960, y que posteriormente se conocerían como “pink films” (Contrariamente a algunas fuentes, nunca trabajó para la Nikkatsu). Realizando su debut en 1963 con “Sweet Trap” (Amai wana) que, al igual que muchas de sus obras de aquel tiempo, se considera perdida y pronto se hizo un “nombre” en esta floreciente sub-industria.
Estos sórdidos retratos de Japón, como “Red Crime” (Akai hankô, 1964) y “Violated Angels” (Okasareta byakui, 1967), eran innegablemente violentos y controvertidos, pero lo que hizo popular el trabajo de Wakamatsu entre una generación de pos-guerra que llegaba a la mayoría de edad durante la década de 1960 fue su brutal franqueza. “Chronicle of an Affair” (Jôji no rirekisho, 1965), por ejemplo, documenta el brutal asalto en la nieve de una chica de pueblo por parte de una pandilla de matones lo que hace que huya a la ciudad, en donde entre un trabajo en una fabrica y la prostitución termina convertida en amante de un poderoso gangster local sospechoso de asesinato. Este arco argumental, no muy diferente a “Insect Woman” (Nippon konchûki) de Shohei Imamura, lanzada en año anterior, no solo ofrece una lectura como crítica a las rígidas estructuras sociales japonesas, dominadas por los hombres, sino que también se hace eco de la poco ortodoxa entrada de Wakamatsu en el mundo del cine.
Nacido del hijo de un criador de caballos en Wakuya, prefectura de Miyagi, un pequeño pueblo rural en las montañas al norte de Tohoku, Wakamatsu se trasladó hacia las brillantes luces de Tokyo a los 17 años. Estudio en una escuela secundaria de la capital y empezó a realizar diversos trabajos como obrero y portero, pero pronto se asoció con malas compañías de los bajos fondos tokiotas y un escarceo con la ley lo llevo seis meses a la cárcel. Esta experiencia arraigaría en el joven una profunda desconfianza de la autoridad y una voluntad de abordarlo todo de una manera mucho más constructiva que no lo volvería a llevar entre rejas una segunda vez.
Reavivando sus antiguas conexiones yakuzas tras su liberación, comenzó a trabajar como explorador que vigila los rodajes para asegurarse que los miembros de los equipos tenían la aprobación de la banda para rodar en su territorio. Durante ese tiempo se acercó al productor de televisión que estaba vigilando y le pidió convertirse en su aprendiz. Su posterior periodo en televisión demostró ser un breve escalón antes de que le surgiera la oportunidad de debutar cinematográficamente en las nuevas y desconocidas aguas del “erodiction”.
Debido a estos antecedentes, Wakamatsu fue un extraño en la industria japonesa durante toda su vida. Sin embargo, un incidente casual en 1965, en el que “Secret Acts Behind Walls” (Kabe no naka no himegoto, 1965), película auto-producida por la recién creada compañía de Wakamatsu, fue seleccionada para el prestigioso Festival de Cine de Berlín sin ser revisada oficialmente por el Motion Pictures Association of Japan (Eiren), catapulto a este director que se consideraba vulgar y de bajo prestigio a la escena internacional. Una representación cruda y sórdida de las vidas disfuncionales de los habitantes de un alienante bloque de apartamentos, la película, al igual que su director, fue tildada de “desgracia nacional” por los medios locales. Sin duda esta no era la imagen que Japón quería presentar en el extranjero el año siguiente a los Juegos Olímpicos de Tokyo.
Esta presentación en Berlín le llevaría a la posterior aparición de su seductora, cercana al estilo meditativo avant-garde, “Eros and Thanos, The Embryo Hunts in Secret” (Taiji ga mitsuryô suru toki, 1966), junto con la cinta de Yoko Ono “Bottoms” (1966), en el Knokke-Le-Zoute Experimental Film Festival en Bélgica en 1968. En 1971 viajaría a Cannes, junto con Nagisa Oshima, con dos de sus películas, “Violated Angels” y “Sex-Jack” (Sekkusu jakku, 1970), proyectadas en la Quincena de los realizadores.
Mientras que los que lo alabaron decían que trascendía los registros básicos del género que representaba, las películas de Wakamatsu estaban lejos de ser aplaudidas con unanimidad. Donald Richie escribió en un encuentro con el director publicado por el Japan Journal en 2004: “He makes embarrassing soft-core psychodrama (or used to), and Noël Burch led the French into seeing great cinematic depths in Violated Angels. It occurs to no one that the reason for making it (nurses skinned alive) was noncinematic. So Koji was treated as though his junk meant something.” (Realizó un embarazoso psychodrama soft-core (o lo usó), y Noël Bruch condujo a los franceses a las grandes profundidades cinematográficas de Violated Angels. Resulta que nadie entendió que la razón de rodarla no fuera cinematográfica. Así se trató la basura de Koji como si significara algo). La película, que retrata una masacre en un dormitorio de enfermeras como metáfora de Vietnam, fue rechazado por los censores británicos en 1970.
Tras la llegada del cineasta experimental Masao Adachi a Wakamatsu Productions, su trabajo como productor y director se volvió menos alegórico y mas en contacto con las turbulentas calles del Tokyo de finales de la década de 1960. Títulos como “Running in Madness, Dying in Love” (Kyôsôjôshikô, 1969) y “Shinjuku Mad” (Shinjuku maddo, 1970) proporcionan una viva cápsula del tiempo de este volátil periodo, en donde los disturbios estudiantiles y las protestas anti-Vietnam se mezclan con orgías de drogas representando a una generación de jóvenes con gran ímpetu sexual y fervor revolucionario, deseosos de derrocar a un gobierno corrupto en connivencia con los americanos. La violación era un tema recurrente, generalmente como una dura metáfora de la opresión patriarcal y la participación militar de los Estados Unidos en los países vecinos del continente asiático.
En la época de “Ecstasy of Angels” (1972), una escandalosa representación de la violenta implosión de un grupo radical de izquierdas escrita por Adachi y co-producida por el Arts Theatre Guild, los sucesos de la vida real comenzarían a asediar a la compañía. El 19 de febrero, pocas semanas antes del estreno de la película, se desarrolla el incidente del albergue de la Montaña Asama, un enfrentamiento de diez días entre la policía y cinco miembros del United Red Army que asaltaron un albergue turístico y mantuvieron como rehén a la esposa del propietario. Dos policías y un civil murieron por disparos de los radicales durante el sitio y hubo muchos heridos. El año anterior Wakamatsu Productions había lanzado un noticiero propagandístico de llamada a las armas destacando la lucha palestina por su patria, “Red Army” / “PFLP: Declaration of World War” (Sekigun-PFLP: Sekai sensô sengen, 1971), montado por Adachi y el crítico de izquierdas Masao Matsuda con metraje del propio Adachi y Wakamatsu. El 30 de mayo, tres miembros de otro grupo diferente, el Japanese Red Army, perpetraron la Lod Airport Massacre en el aeropuerto Ben Gurion de Israel.
Tras estos incidentes, Wakamatsu suspendió la actividad de su compañía hasta 1982. Mientras el continuaría trabajando como productor y director durante las siguientes décadas, colaborando incluso en la co-producción Japón-Francia de Nagisa Oshima “Realm of the Senses” (Ai no korîda, 1976). Tras esto su producción se reduciría drásticamente, y sus películas serían poco vistas en el extranjero, incluyendo títulos tan alabados por la crítica japonesa como “Pool without Water” (Mizu no nai pûru, 1982) y “Endless Waltz” (Endoresu warutsu, 1995), y títulos más populares como “Erotic Liaisons” (Erotikku na kankei, 1990), con Takeshi Kitano.
La proximidad de Wakamatsu a los acontecimientos que inspiraron películas como “Sex Jack” y “Ecstasy of Angels”, lo convirtieron en un cronista de excepción del ascenso y caída de la Nueva Izquierda japonesa. En un sorprendente resurgir de su carrera en los últimos años, el épico docudrama autofinanciado que repasa los acontecimientos que produjeron el Incidente de la Montaña Asama “Asama Mountain Lodge Incident United Red Army” (Jitsuroku rengô sekigun: Asama sansô e no michi, 2007), ganó el NETPAC y CICAE en Berlin y presentó al director a una nueva generación de devotos. Los editores de Sight & Sound la incluyeron entre las 30 películas clave de la década de los 2000, aunque no encontró distribución en Reino Unido. En 2010, en el mismo festival, Shinobu Terajima ganó el Oso de Plata a mejro actriz por su participación en la película de Wakamatsu “Caterpillar” (Kyatapirâ, 2010), situada en un pueblo rural durante la Segunda Guerra Mundial y basada en una historia de Rampo Edogawa.
Con más de 100 películas en su haber, la muerte de Wakamatsu, en Octubre de 2012, marca el fin de una era de cine independiente agresivamente político-comprometido en Japón. Solo un mes antes había regresado al Busan International Film Festival en Corea del Sur, en el que había sido nombrado cineasta del año, después de llevar 50 años como “el realizador más polémico de Japón”.
Las habilidades de Koji Wakamatsu como cineasta, sus conexiones políticas y la sinceridad de su enfoque han sido sometidos a cierto escrutinio y malas interpretaciones en los últimos años. Sus punzantes apelaciones anti-autoritarias a la juventud de la nación, su ferviente pasión por el cine como medio de comunicación para el cambio social y su sanguinaria determinación para obtener el resultado que quería (llegando a destruir su propia casa de campo en el clímax de “United Red Army”), dio lugar a un trabajo único y poderoso. El papel de esta figura extraordinaria y compleja dentro de la historia del cine y la cultura japonesas aún no se ha sabido apreciar adecuadamente, pero se hará.
NOTA: Esta es una traducción libre del artículo publicado por Jasper Sharp para BFI Film Forever
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