Ver, o más bien disfrutar, el cine mudo es una tarea complicada y que requiere paciencia.
Por un lado debemos llevar a cabo una tarea mínima de investigación para poder contextualizar cultural y socialmente cada película. Además, por si fuera poco, debemos filtrar nuestra manera de pensar para conseguir mirar con la inocencia de la infancia y asombrarnos de la magia inherente, aunque olvidada, de las primeras muestras de un invento tan cotidiano hoy en día. El mismo que siempre me ha suscitado la misma pasión y entusiasmo.
A ojos de un espectador de los años veinte el cine era algo nuevo, excitante y sorprendente. Primero visto como un instrumento lleno de posibilidades y, años después, como un arte, el arte de captar y reproducir el movimiento humano, sus vivencias cotidianas y de expresar sentimientos y emociones. Un paso más allá de la fotografía.
Ojalá fuera posible retroceder durante un rato y desterrar todos los prejuicios de la costumbre y del paso de la ciencia. No “saber el truco” y dejarte engañar por sus engranajes.
Un poco de historia…
A finales de la dinastía Qing (1912) en China cobró un especial impulso la idea de asimilar la tecnología más avanzada de Occidente, pero conservando el sistema político y la cultura tradicional chinos. Ésta postura, cuyo máximo representante y divulgador fue Zhang Zhidong (eminente político chino durante la dinastía Qing que abogaba por ésta reforma controlada y rigurosa) se demostró a posterior impracticable más utópica que práctica. Otra teoría, más radical, proponía la occidentalización total, considerando que la cultura tradicional china era atrasada y que debía ser transformada por la democracia y las ciencias occidentales.
Alrededor de 1919, la revista “La Jeunesee” (“Nueva juventud” en su traducción al castellano) reunió a un grupo de personas con ideales comunes que proponían nuevas formas culturales y de pensamiento. Los valores que caracterizaban a ésta nueva ola de jóvenes eran el progreso y decisión e iniciativa individuales (en una cultura tradicionalmente enemiga de toda clase de individualismos, una cultura que veía en la unidad de su pueblo la fuerza y en el individualismo la traición e ideas propias de occidente).
Pero el estallido de la Primera Guerra Mundial llevó consigo la lucha encarnizada entre los supuestos “países civilizados”, provocando un rechazo tanto de los intelectuales europeos como de los chinos, que se sintieron muy decepcionados con la ideología capitalista occidental y no les quedó más remedio que volver a cobijarse bajo su vieja ideología oriental.
El debate permanente entre la cultura occidental y la oriental suscitó una viva polémica y separó a dos bandos claramente diferenciados según sus preferencias.
“Qing hai chong wen” (Kisses Once, 1929)
Director: Xie Yunqing
Duración: 60 min
Intérpretes: Yiting Chen, Zhu Dandan, Tianxiu Tang, Naidong Wang, Xieyan Wang
La película que rescato en ésta reseña es un espécimen muy singular por varias razones que están más allá de lo antes mencionado.
Parece ser la única película que ha llegado hasta nosotros producida y dirigida por el Da Zhonghua-Bai He Film Studio, un estudio minoritario y efímero que duró sólo dos años (de 1927 a 1929). Su fundador, Xie Yunqing, estudió cine en Alemania y estuvo muy influenciado por las vanguardias e innovaciones del expresionismo, aunque actualmente es mucho conocido como un gran actor de la época, “Qing hai chong wen” fue su única película como director (además de interpretar uno de los personajes principales de la misma). A diferencia de otros grandes estudios como puedan ser “Mingxing” o “Lianhua”, Da Zhonghua-Bai He Studio, bebe de la influencia de su fundador y le sacará todo el partido posible a sus obsesiones cinematográficas. Apreciamos así cómo se entremezclan acertadamente la cultura china y el expresionismo alemán, una extraña simbiosis que vaticina, como mínimo, una curiosidad y un testimonio histórico único.
Podemos ver varios elementos de cada uno: la expresividad facial y corporal de los personajes, el maquillaje, la palidez o los contrastes claroscuros expresionistas en contraposición con una fuerte denuncia social y el vestuario tradicional de china. El autor hará hincapié en las desigualdades de género, de estatus y la familia como construcción sociocultural de la china de los años 20. Nunca llegó a proyectarse en ningún festival o retrospectivas de cine mudo aunque no sorprende. No es difícil de imaginar cómo habría acogido la censura de la época un retrato tan negativo y realista, muy dickensiano.
La primera escena ya choca y nos hace pararnos un momento a pensar: vemos un coche perteneciente a una pareja adinerada que arrolla a un individuo pobre para después ignorarle y continuar como si nada. Como reza el cartel: “los ricos son siempre así”.
La nueva secuencia se abrirá con un plano general aéreo desde el que podemos apreciar ligeramente la ciudad, sus coches y edificios y sus trajeados empleados que se apresuran a buen ritmo hacia sus puestos de trabajo. Sin dejarnos un momento de tregua, el director se vuelve a quejar con amargura cuando uno de esos trabajadores es despedido instantáneamente ante la exagerada indignación de su jefe por llegar media hora tarde.
El drama se centrará en retratar las dificultades de la pareja protagonista para divorciarse. Un acto moralmente censurado y castigado por la opinión pública que se veía como un fracaso contundente de la mujer ya que era ella la encargada de sostener la unidad familiar y deberá soportar esa vergüenza en silencio y agachando la cabeza. El punto más positivo y remarcable de la cinta está en sus interpretaciones y en mostrarnos sin tapujos esa realidad.
No es una obra de arte ni pretendo decir que lo sea, pero me parece como mínimo valiente y de incuestionable valor por sí misma. Una curiosidad que nos brinda unos brochazos de una época difícilmente investigable para el espectador medio o, incluso, para el especializado.
Redacción: Violeta Vega Muñoz
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