La directora del festival de cine asiático de Casa Asia, Menene Gras, destacaba en un artículo el discurso poscolonial que se deja entrever en el concepto de nación y en las narrativas del cine asiático actual. Sacaba a colador las teorías del profesor Homi K. Bhabha que hablan de una resistencia en contra del poder colonizador a través de la hibridación, el mimetismo, la diferencia y la ambivalencia. Vamos, por tanto, a mirar los siguientes films desde este prisma.
Assassination
Dir: Choi Dong-Hoon | 2015 | 140’ | Thriller
En 1911, durante el dominio de Japón sobre Corea, un luchador de la resistencia llamado Yeom Seok Jin, intenta sin éxito asesinar al gobernador general y simpatizante de los japoneses Kang In Guk. Des de los años 30, hay más de 30 facciones coreanas independientes operando en Corea, China y Manchuria. Yeom se ha convertido en capitán de una de esas facciones pero sus colegas no saben que secretamente está informando a los japoneses.
Choi Dong-hoon es el director de taquillazos como The Big Swindle (2004), Tajja (2006), El gran golpe (2012), Woochi: Cazador de demonios (2009). En Assassination se atreve con un film de época, pero no es una época cualquiera, es una de las épocas más duras de la historia de Corea del Sur que el director resuelve en un thriller con tintes de western. Es toda una súper-producción, se notan los medios y, la acción es y la adrenalina están a la altura. Sin embargo, desde el punto de vista de la narrativa poscolonial, la complejidad de los personajes y el valor crítico de la trama se me quedan cortos. Realmente los personajes se resisten al poder japonés, negocian en cierta manera sus identidades y de esta negociación resultan las traiciones, y los puntos de giro de la trama, pero me falta que el director se moje un poco más en esta llaga histórica.
Dong-Ju: The Portrait of a Poet
Dir: Lee Joon ik | 2016 | 111’ | Drama
Aunque su vida fue corta, su poesía será eterna. En la era colonial japonesa, el joven Dong-Ju escribe poemas sobre la cruda realidad de su vida. A medida que la policía japonesa se vuelve más severa, escribir cualquier cosa en coreano se vuelve prohibido. Justo cuando la mínima posibilidad de escribir poemas parece haberse evaporado, un profesor japonés se da cuenta del talento de Dong-Ju y le sugiere que publique los poemas en inglés. Pero antes de terminar su trabajo, Dong-Ju es acusado por hacer actividades anti-japonesas. ¿Se desvanecerán sus poemas y fracasará su sueño?
Confieso que para mí era la película ganadora desde todos los puntos de vista. Después de su éxito con el drama de época King and the Clown (2005), Lee Joon ik repite fórmula con un drama político basado en la vida del poeta Yun Dong-Ju. Aunque los críticos convienen que su obra no es gran interés artístico, Dong-Ju es uno de los poetas más queridos del país debido a su condición de mártir. Su poesía no ofrece, sin embargo, apenas resistencia al régimen político. Era más bien un soñador que intentaba abrirse camino como poeta en un ambiente en el que el arte per se no tenía cabida. Personalmente, creo que el film contiene un gran valor histórico y crítico, y ofrece una postura reconciliadora en cierta manera, sin caer en la lágrima fácil.
Por una lado, da cabida a dos Coreas: a aquellos que lucharon con todas sus fuerzas contra la ocupación, a través del personaje de Song Mong-Gyu, y a aquellos a los que se les paró la vida y las ilusiones e intentaron ajustarse a una situación en la que era imposible no posicionarse, a través del personaje de Yun Dong-Ju. Por otro lado, ofrece, las dos caras de Japón. No solo vemos representado en el detective japonés el Japón imperial más agresivo y ciego que realmente creía en la liberación de Asia; sino que también da voz al lado más amable de Japón de manos de la inocente Kumi y del libre-pensador que encarna el profesor japonés. Estilísticamente, además, es una belleza rodada en blanco y negro. Se agradece, también, el intento de mezcla sincrética entre narrativa dramática y poesía. El fallo quizás es que los personajes femeninos son demasiado planos.
Amanat
Dir: Narymbetov Satybaldy| 2015 | 127’ | Drama
Proyección: Jueves 10, 16:00h
El filme está situado en diferentes períodos temporales: a mediados del siglo XIX en los días del reinado de Kenesary, a mediados del siglo XX y a finales de los años 6’. En el centro de todo, hay una historia sobre el destino de un antiguo historiador y prisionero político, Ermukhan Bekmakhanov. Fue sentenciado a 25 años de prisión por sus trabajos sobre el movimiento de liberación de Kenesary Kasymov.
Amanat es la película que representará a Kazajistán en los Oscar. Su director, el escritor y guionista Narymbetov Satybaldy, ya había utilizado el formato del drama histórico en 2008 con Mustafa Shokai; el primer éxito de taquilla de la Kazajistán post-soviética. La premisa sobre la que parte Amanat es muy similar: recuperar del fondo del armario a aquellas figuras que lucharon por la identidad propia de las regiones de Asia Central. En el caso de Amanat, se centra en la historia de tres hombres que opusieron resistencia al régimen soviético y a sus esfuerzos por homogeneizar el territorio, y obviar la historia, la cultura y las tradiciones propias del pueblo kazajo. Así, el filme nos transporta primero a la época colonial (1837-1847) cuando el último Khan Kenesary Kasymov era el líder del movimiento nacional de liberación contra la ocupación rusa. La segunda historia es la del historiador Ermukahn Bekmakhanov quién intentó rescatar el ejemplo de Kasymov pero se encontró con la resistencia del sistema totalitario de Stalin (1917-1952). Y la tercera historia es la del periodista Ramazan Duman, que intenta airear la vida y obra de Bekmahkanov durante el deshielo de Jrushchov (1960-1980) cuando la represión política y la censura se relajaron a causa de la desestalinización. Tres vidas entrecruzadas que supusieron un gran paso para la reivindicación histórica kazaja. Con todo, no estoy segura de que la estructura narrativa ayude a la finalidad comprensiva del film de una historia que, de por sí, es ya muy compleja.
Retrospectiva de Sherman Ong
I want to Remember + Motherland series
Mi mejor experiencia en el festival fue, sin duda, tener a Sherman Ong en petit comité. Tal y como Menene Gras subrayó cuando le presentó, Ong es director, artista visual y fotógrafo y este planteamiento artístico se nota en su obra. Primero vimos sus dos cortos I want to Remember (2011) y The Warm Breeze of Winter (2015) que conforman una misma historia de amor desde dos puntos de vista diferentes. En I want to Remember, una joven china entrevista a un anciano malasio que es un preso político en la cárcel. El anciano le cuenta la historia de su primer amor con una muchacha singapurense, de la cual se tuvo que separar para siempre cuando Malasia expulsó a Singapur en 1965. Al final del relato, la muchacha le revela que es la hija de aquella mujer. Aquí Ong utiliza planos frontales con una mirada directamente a cámara para el anciano para que el espectador conecte mejor con la historia y los sutura con flashbacks de los dos jóvenes que se expresan con danza contemporánea. En The Warm Breeze of Winter, Fei viaja a Malasia a llevar las cenizas de su madre y su relato se entreteje con la historia de su madre contada en primera persona. Ong nos explicó que sus referentes para estas historias eran el realismo mágico de Fellini y la densidad narrativa y compacta de Tarkovsky. Y que su propósito es reconciliar la historia política y social a través del amor, porque es una forma delicada de tratar problemáticas tan complejas y de exponer diferentes puntos de vista.
Los cortos que pertenecen a Motherland series, son diferentes historias sacadas de recortes de periódicos y contadas en primera persona por urbanitas en Singapur. Son confesiones que intentan ahondar en los sentimientos posmodernos de una zona que se conforma a través de la hibridación, los flujos migratorios y las colonizaciones. Ong nos contó que había trabajado también en televisión y que quería romper con las convenciones y jugar con el espacio cinemático, y que por eso las confesiones siguen la premisa de la frontalidad que ya había utilizado en I want to Remember. Pero el secreto de esta frontalidad parte de que Motherland series está pensado como una instalación a modo de peepshow en la que el espectador puede ir de un corto a otro, creando una conexión única con el actor. De esta manera, Ong nos invita a sentir que se proyectan dos pantallas: la que proyecta al actor, y una segunda pantalla que se proyecta entre nosotros y el actor y que es donde transcurre la historia que imaginamos a través de la narración del actor.
Redacción: Sabrina Vaquerizo (@svaquerizo)
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