You hua hao hao shuo (1997)
Director: Zhang Yimou
Guión: Shu Ping (basado en la novela de Shu Ping)
Actores: Ge You, Jiang Wen, Jiao Gang, Li Baotian
Productora: Guangxi Film Studio
Director de fotografía: Lü Yue
Con Jiang Zemin como Presidente de la República Popular China desde 1993, la censura se había vuelto más opresiva hasta el punto de prohibir la participación de filmes chinos en Cannes, ahogando las opciones en Cannes para Mantén la calma (aka Keep Cool) de Zhang Yimou —y obligándole a cambiar varias escenas, incluyendo el final feliz. La excusa era el filme de Zhang Yuan East Palace, West Palace que trataba la homosexualidad, pero la realidad es que el Film Bureau consideraba que la nueva obra de Zhang debía tener menos visibilidad e influenciar menos en la imagen de la marca China (Zhang en Xiongping, 2001: 119). Este contexto político condiciona, tal y como decíamos en el análisis de La joya de Shangai, el que Zhang Yimou inicie un cambio de estrategia comenzando a dirigir pensando más en el mercado nacional. En parte por este motivo, escoge una novela con tintes cómicos de Shu Ping Evening News, la cual reescriben juntos para dar luz al guión de You hua hao hao shuo (literalmente “si tienes algo que decir, dilo educadamente”).
Por otra parte, el cambio de estilo también responde a una voluntad de renovación continua, de ser más flexible, de contradecirse y de sorprender (Zhang en Tan, 1999: 7). Eso hace que el director recupere el experimento que había sido Qiu Ju, una mujer china (1992) y lo vuelva aún más radical, más cinéma verité: pura etnografía psicodélica. Eso sí, si en Qiu Ju la cámara era estática e invisible para los actores, en Keep Cool la cámara se torna violentamente inestable para acompañar el estado su estado de ánimo. Además, para llenar el vacío de Gong Li, Zhang recurre a dos pesos pesados de confianza: el actor y director Jiang Wen —con el que ya había trabajado en Sorgo Rojo (1987)—, y Li Baotian —La semilla del crisantemo (1990) y La joya de Shangai (1995)—; Añade también varios actores importantes haciendo cameos durante el film como Li Xiejian, Fang Qingzhuo y Zhao Benshan, y él mismo haciendo de recogedor de chatarra —por insistencia de Jiang Wen— y los adereza con la top model china Qu Ying, por aquello del placer visual. Esta vez, sin embargo, no corta el guión a imagen y semejanza de una mujer. Esta vez, el guión está pensado para permitir que la interpretación de los dos protagonistas explosione, casi literalmente.
Como decía anteriormente, Zhang se reinventa radicalmente en Mantén la calma en lo que a estilo se refiere; aunque no con demasiado éxito, ya que la crítica consideró que era poco más que una vulgar copia de Chungking Express de Wang Kar-wai. Copia o no, lo cierto es que es coherente con el subject-matter del film: el ritmo frenético de la ciudad, la violencia, la confusión a cerca de los cambios en la sociedad, la impersonalidad en las relaciones… De todo esto da cuenta la estética del filme con sus sacudidas violentas y sus cortes constantes. Por eso, y a pesar de la sensación de “fachada absurda sin esencia” (Zhang en Tan, 1999:10) después de los cambios obligados por la censura, creo que el compromiso del director con la sociedad china sigue ahí. En la primera parte del filme, eso sí.
Como ya ocurriera en Qiu Ju, al situar el film en la contemporaneidad, Zhang no puede evitar volcar las frustraciones de la población sobre la moderno. Pero si en el film de 1992 quedaba al descubierto la brecha entre el campo y la ciudad, entre tradición y modernidad, en Keep Cool vemos las consecuencias de la modernidad que sufren los habitantes de la ciudad.
La película se compone de dos partes. En la primera parte el hilo conductor es la relación, o mejor dicho, la ya-no-relación entre el personaje de Jiang Wen y Qu Ying. Comienzan los créditos sobre fondo rojo y se oye el ruido de un motor arrancando, a la par que el plano se mueve suavemente. Oímos después la voz en off de información de una estación —que sutura el siguiente plano de créditos sobre fundido a negro— y un tren que arranca suavemente. Estamos en marcha. Se alternan primerísimos planos laterales de Ang Hong (“Qu Ying”) y el vendedor de libros Zhao Xiaoshuai (“Jiang Wen”) que caminan rápidamente al ritmo de rock. Y entre el movimiento del plano que da cuenta de la celeridad, los planos cortos, los ángulos aberrantes y la chica que corre para no perder el autobús, el espectador se contagia sobremanera de la inestabilidad y del ritmo acelerado de la ciudad.
Gafas de sol, pelo corto, minivestido amarillo, la heroína se diferencia claramente del resto; demasiado moderna para un héroe venido a menos que no llega a comprender por qué le ha dejado. Incluso los rascacielos que enmarcan la escena en la que el recogedor de chatarra (el propio Zhang Yimou) y el protagonista llaman a grito limpio a Ang Hong subrayan lo insignificantes que son en comparación con ella. «No es que no lo entienda, es que este mundo evoluciona demasiado rápido», afirma el héroe. La cámara, sin embargo, es más estable cuando enfoca a los vecinos que se quejan de los gritos, y es que el CAOS que sufre el protagonista es solo suyo. No es culpa de la ciudad. Ni siquiera se nos informa de su nombre ni el del sr. Zhao (“Li Baotian”) hasta el final del filme, pues son dos hombres cualquiera. Pero es Xiaoshuai el que no ha sabido subirse al tren de los nuevos tiempos, ni aprender de los libros que él mismo vende, ni expresarse correctamente —de ahí su tartamudez— ni comprender lo que quiere y lo que necesita la nueva mujer china.
Sin embargo, esta mujer china que presenta, no resulta real. Es cierto que casi parece anunciar que los años de patriarcado han acabado cuando presenta a Ang Hong como a una mujer libre sexualmente, pero parece inaccesible. Contrasta demasiado, como si entender los nuevos tiempos fuera imposible para el hombre chino: al menos para una parte de ellos. Es, además, una modernidad occidentalizada. Prueba de ello son las camisetas en inglés, el Benz que conduce el nuevo novio de Ang Hong, —Liu Delong— la botella de Camus o el pañuelo de los Stones. Una lógica materialista que por mucho que se la intente explicar el dueño del portátil —el sr. Zhao— que destroza durante la pelea con Liu Delong y le pida que sea razonable, nuestro héroe no puede entender. «Nací como ciudadano nativo de Beijing. No he ofendido ni me he burlado de nadie, simplemente deseo distinguirme. Ahorrando en comida y en gastos, me compré un ordenador contra todo pronóstico. Atesorándolo prudentemente, lo coloqué en mi mochila. Hubo una pelea de vuelta a casa, así que me acerqué a mirar por diversión», dice la canción que suena cuando el sr. Zhao va a buscarle a casa.
Y, precisamente, siguiendo su lógica de hombre tradicional, Xiaoshuai va al club a buscar a Liu Delong para salvar su honra y acaba en la cárcel, donde el policía intenta explicarle la lógica del nuevo Beijing: «Ocurra lo que ocurra, no recurras a la violencia. Mantén la calma. Los países pueden conversar entre ellos, ¿por qué no entre individuos? […] Lee los libros que vendes y serás completamente diferente. Una vez que hayas entendido la ley, y tengas el conocimiento, manejarás los problemas de otra manera». Pero el personaje de Jiang Wen simplemente no entiende por qué no es capaz de encontrar a una mujer que quiera casarse con él. La respuesta llega pronto, cuando parece haber hecho las paces con Ang Hong. Esta última escena entre Ang Hong y Xiaoshuai es de las pocas que preservan el gusto estético de su obra anterior. Planos medios, superposiciones, la botella de Camus que expresa el deseo sexual… Sin embargo, la lógica acomodada y simple del dueño del ordenador le hace dudar y Ang Hong desaparece, esta vez para siempre. «No merece la pena luchar por ese tipo de chica», afirma el personaje de Li Baotian. Y nuestro héroe la deja marchar.
Aquí comienza la segunda parte del film, grabada casi íntegramente en un karaoke donde el héroe le explica al dueño del portátil sus planes para cortarle la mano a Lui Delong por lo que le había hecho, y éste intenta pararle. Es una escena larga —demasiado— en la que ambos personajes exponen sus puntos de vista. La lógica del acomodado a la nueva era versus la lógica del que no puede acomodarse. Incluso es consciente «Soy un temerario sin inteligencia y tú un idealista sin valor. […] Así que eres más astuto que yo y más adecuado para ser un líder». A pesar de que el careo entre los dos actores tiene su qué y resulta divertido, el film en general no hace justicia al resto de la obra de Zhang Yimou. Quizás sí en lo estético, porque hay un trabajo de edición muy potente, incluyendo tonos rojos cuando la discusión se sale de madre, y juegos de luces y sombras sobre todo en la escena de Xiaoshuai y Liu Delong. Pero en lo que a contenido se refiere no es coherente con la primera parte; si el espectador había conectado con el héroe en la primera parte por su mala suerte en el amor, en esta segunda parte, se entiende que Ang Hong le haya dejado. «La ignorancia es la virtud de la mujer» o «si lo dejo lisiado será una vergüenza para lo sociedad», son algunas de sus perlitas. Lo que empezó siendo una muestra de las ansiedades modernas, acaba por ser una crítica moral al hombre que no se adapta a los nuevos tiempos.
Bibliografía:
Xiongping, Jiao (2001). «Discussing Keep Cool: The Camera Lens Presents the Irrationality of Chinese Society». En: Frances K. Gateward (ed.), Zhang Yimou: Interviews (texto original de 1998), pp. 119-132.
Tan, Ye (1999). «From the Fifth to the Sixth Generation: An Interview with Zhang Yimou». Film Quarterly (vol. 53, no. 2, pp. 2-13). US: University of California Press.
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