Wo de fu qin mu qin (1999)
Director: Zhang Yimou
Guión: Bao Shi (basado en la novela de Bao Shi)
Actores: Zhang Yiyi, Sun Honglei, Hao Zheng, Yulian Zhao
Productora: Columbia Pictures Film Production Asia, Guangxi Film Studio
Director de fotografía: Hou Yong
Música: San Bao
Wo de fu qin mu qin (literalmente, “Mi padre y mi madre”) de Zhang Yimou está basada en una novela homónima de Bao Shi. Con esta obra que se enmarca dentro de la Literatura de Raíces, el director retorna una vez más al paisaje idílico de la naturaleza para invocar con nostalgia el pasado y proponerlo como antídoto ante el presente. Como recuerda Rey Chow «El camino a casa es, entonces, el camino al padre y a la madre, el retorno a un tiempo habitado por los mayores. Al mismo tiempo, es el camino a la posibilidad utópica de la determinación, la felicidad y el propósito común —constituyentes de otro tipo de antigua socialidad» (Rey Chow, 2006: 179). Este paisaje bucólico en el que el yo narrativo se proyecta y busca su propia identidad vuelve a personificarlo la figura de una mujer, Zhao Di, que, como ya hicieran Qiu Ju (Qiu Ju, una mujer china, 1992) y Wei Minzhi (Ni uno menos, 1999) presenta su “determinación utópica” como requisito indispensable para lograr la felicidad y el propósito común.
El regreso del hijo pródigo a casa
Un todoterreno arranca la marcha en un paisaje nevado. Corta y abre con un plano subjetivo de una carretera tortuosa —nosotros recorremos el camino hacia el pueblo—, mientras una voz en off masculina nos cuenta que regresa a su pueblo natal, un pueblo en mitad de las montañas porque el alcalde le ha llamado para decirle que su padre ha muerto. Yusheng Luo partió hace años a la ciudad para trabajar y no había podido volver porque había estado muy ocupado. El siguiente plano nos muestra al propietario de la voz en off en un plano dorsal, inmerso en sus remordimientos por no haber podido ver a sus padres en todos estos años; la línea de la ventana lo separa de las montañas como muestra de la barrera que tendrá que sortear para encontrar su propio camino a casa.
Al ver el coche llegar dos hombres entran en la casa, son su tío y el alcalde. Le cuentan que su padre estaba decidido a reconstruir la escuela y viajó por todo el condado para conseguir el dinero. En uno de sus viajes, le sorprendió una tormenta de nieve y enfermó. Está en la morgue de un hospital del condado y quieren traerlo en coche pero su madre se niega: insiste en traerlo en procesión y acompañarle todo el camino; es una vieja tradición que pretende que el difunto no olvide el camino de regreso a casa. Nadie ha seguido la tradición desde la revolución Cultural. El problema es que no queda gente joven en el pueblo, solo ancianos y niños así que han pensado en traerlo en tractor.
Desde la muerte de su padre, Changyu Luo, su madre Di Zhao va cada día a la escuela, así que convencerla no será tarea fácil. Además, su madre está decidida a pasar toda la noche en vela tejiendo una tela para cubrir el cuerpo de su padre, con lo que el hijo tendrá que pedir a su tío que repare el telar: el único que queda ya en el pueblo. Yusheng no sabe cómo convencerla, modernidad y tradición contrastan fuertemente, tal y como connota la oposición entre el póster del film de Titanic y las litografías tradicionales chinas. Sin saber qué más hacer, decide retirarse al estudio de su padre pero antes se gira para mirar a su madre a través del cristal de la puerta. El plano subjetivo nos la muestra enmarcada en el cuadro inferior derecho, ya que Yusheng la cree encerrada en sus supersticiones. Pero el contraplano nos mostrará a Yusheng encerrándose también en sus creencias y relegándose a la misma posición del cuadre que su madre.
Sus cuerpos están colocados en direcciones opuestas y encerrados en habitaciones enfrentadas, con lo que para comprenderse el uno al otro, tendrán que rememorar la figura del padre. Los objetos del estudio, las enseñanzas de sus libros y una foto de la época en la que sus padres se casaron servirán para este propósito.
El color del pasado
Yusheng toma la foto en sus manos y se gira para volver a mirar a su madre, aunque su figura sigue enmarcada, la profundidad del plano es menor con lo que ya se siente más cerca de ella. Vuelve a mirar la foto y ha medida que el zoom se acerca a ella y la música nos inicia, Yuzheng se sumerge en el pasado de sus padres hasta tal punto que la foto en blanco y negro se superpone con un plano de color de un camino de montaña. Ya no es invierno, el color tostado de la hierba y el verde de las montañas nos presenta el mismo camino por el que ha llegado Yusheng pero sin asfaltar —nosotros esperamos al final del camino. La voz de Yusheng en off nos cuenta que su madre tenía 18 años cuando un día su padre de 20 años llegó por ese camino en un carro tirado por caballos para ser el profesor de escuela. La gente del pueblo sale a recibir al profesor, y el color de sus ropas es una muestra de la vida del pueblo en contraposición con el pueblo gris que ahora solo cuenta con ancianos y niños. A partir de aquí, el director jugará con los pares opuestos modernidad/escala de grises/ paisaje nevado/despoblación que personifica la anciana madre de Yusheng y tradición/color/paisaje exuberante/población que simboliza la belleza y juventud de la madre de Yusheng.
Atrapar la mirada del ser amado
Tal y como nos recuerda Chow, la característica determinación femenina sitúa a la mujer no solo en el rol de fetiche, sino en el rol de fetichista, pues es Di quien reclama la mirada de Changyu, quien venera su voz y quien le escoge como marido.
Es ella quien le busca en el camino, quien va al pozo viejo a buscar agua para mirarle. Incluso cuando el papel designado por la tradición a la mujer es pasivo, pues su presencia en la escuela que construyen entre todos los hombres del pueblo está prohibida y solo pueden prepararle a los hombres la comida y mantenerse a una distancia considerable, Di se esfuerza por salvar las distancias preparando sus mejores platos. Como la soltera más bella del pueblo solo se le permite tejer una tela roja para colgarla en la viga de la escuela y traer buena suerte, pero ella viste siempre o bien la chaqueta roja del primer día que le conoció o bien un pañuelo rojo que la identifique con la tela. Di es de hecho, la primera mujer del pueblo en expresar su amor abiertamente, en un tiempo en el que los matrimonios concertados eran la norma, y sus acciones contradicen abiertamente el concepto de belleza ideal y pasiva pintada para ser mirada propios de la tradición china: «mi padre me contó que ella el día que fue a comer a su casa, ella le esperaba en la puerta y parecía una pintura».
En el montaje secuencia de plano-contraplano que se produce el día que Changyu va a comer a casa de Di, vemos como ella busca su mirada, él es su objeto deseado, su fetiche — Arquitectónicamente esto se subraya al enmarcar a Changyu en el agujero de la pared. Por eso, cuando consigue que él la mire de vuelta y se convierte ella misma en su objeto de deseo, a ella también la vemos a través del agujero. Recordemos que en esta escena hay varias miradas en juego: la de ella, la de él y la de Yusheng que es la que proyecta la cámara y coincide con la del espectador. Yusheng al recordar el pasado, se apodera de la mirada de su madre y de su padre para acercarse a ellos y comprender los sentimientos de su madre hacia su padre. Solo rememorando el pasado, podrá enfrentar su presente.
Comprender el pasado, enfrentarse al presente
Este juego de miradas y de identificaciones con los personajes, se ve reforzado con los continuos primeros planos del padre y la madre durante el film que buscan la empatía del espectador y la del narrador personaje. El espectador se diluye, así, en la diégesis fílmica encontrando el color que le falta a la modernidad. Cuando Changyu es llamado a la ciudad por un tema político, Zhang no nos dice directamente el por qué pero el relato insiste en la importancia de las palabras que recita su padre y de las que su madre, analfabeta, se enamora sin comprender. Solo al final, nos dice que esas palabras las escribió él mismo, pues no utilizaba el libro oficial en sus clases, con lo que podemos inferir que Changyu fue víctima de las purgas del movimiento antiderechista en China, reacción inmediata a la Campaña de las Cien Flores. Es esa pasión por su voz la que hace que ella lo espere durante los dos años que Changyu es castigado por desobediencia, hasta que vuelve para quedarse para siempre a su lado. «Esta es la historia de mi padre y de mi madre. Este camino es parte de su historia de amor», concluye Yusheng, retornando a la escala de grises. Decide que va a cumplir el deseo de su madre y le da 5000 yuanes a su tío para que pague a hombres de otros pueblos para traer a su casa de vuelta. Sin embargo, el recuerdo de su padre hace que el dinero en el que se basa la sociedad actual no sea necesario y un centenar de alumnos de su padre regresan al pueblo para traer al profesor a casa por última vez. Además, con las donaciones de la gente del pueblo, la escuela podrá reconstruirse y los niños del pueblo podrán volver a contar con un profesor. A Yusheng solo le queda cumplir un último deseo de su madre: que la voz de su padre vuelva a resonar en el pueblo, con lo que coge el libro que su padre utilizaba para dar una única clase a los niños antes de volver a la ciudad con la esperanza de devolver el color y el espíritu del pasado al presente: «Uno debe aprender a leer y escribir. Escribir y contar es útil para nuestra vida. Mantén un diario fielmente. Conoce el presente, conoce el pasado. Primavera, verano, otoño, invierno, este, oeste, sur, norte, en todo hay un propósito. Respeta a tus mayores».
Bibliografía:
Chow, Rey (2006). «Sentimental Returns: On the Uses of the Everyday in the Recent Films of Zhang Yimou and Wong Kar-wai». En: Reading Chinese Transnationalisms: Society, Literature, Film. Hong Kong: Hong Kong University Press, pp. 173-188.
Hacer Comentario