Nuestro último día en el FANCINE 2018 fue también el más asiático, ya que nos daba la oportunidad de recuperar dos películas que por diferentes motivos no pudimos ver en pasadas ediciones del Festival de Sitges y, además, poder ver en pantalla grande uno de los éxitos del pasado año en Tailandia, que también pudo verse en la pasada edición de las Nits de Cinema Oriental.
La primera de estas películas no es otra que Mirai, la última producción hasta la fecha del realizador japonés Mamoru Hosoda. He de reconocerme un fan incondicional del director, habiendo tenido, además, la suerte de poder ver todas sus películas en pantalla grande en el Festival de Sitges, pero esta precisamente me fue imposible y no podía dejar pasar la oportunidad de recuperarla. Mirai ha pasado por Cannes y San Sebastián antes que por Sitges, llevándose el premio a mejor película de animación en este último -algo que ha ocurrido con casi toda la obra del director por cierto-.
La historia se centra en Kun, un niño que debe aceptar la llegada de su nueva hermana pequeña. Hosoda recurre a terreno conocido y continua con sus temas preferentes y estilo visual. Así, tendremos una historia de animación cuidada y sugerente, con un toque más infantil que de costumbre que queda perfectamente en el conjunto final debido precisamente a tomar el protagonismo un niño. En lo formal el director continua su senda de fantasía, en este caso una especie de realismo mágico donde, a través del árbol de su jardín, el niño conectará con diferentes épocas de su historia familiar, desde su bisabuelo hasta su propia hermana, venida del futuro para ayudarlo. En la mayoría de las películas de Hosoda se produce un in crescendo hacia una acción final espectacular y vibrante, con un fuerte despliegue visual. En este caso la cinta, aunque también nos dejara algunas escenas bastante animadas en su tramo final, toma derroteros más íntimos, mucho más centrados en el mensaje y los sentimientos. Y es que Hosoda sabe como llegarte muy dentro, y tanto que sabe.
El paso de la infancia a la madurez, la construcción y evolución de la familia, y como una persona se construye a partir de como la ven los demás, o más bien se construye a partir de sus propios antepasados familiares, tomando algo de cada uno de ellos. Estos temas son característicos del cine del director, pero aquí se elevan al máximo exponente, siendo el eje central de la misma. El joven Kun aprende a sobreponerse a los problemas y perseverar en sus objetivos como lo haría su bisabuelo, descubre que sus fuertes rabietas infantiles eran también una característica de su madre cuando tenía su edad… Kun se construye a través de sus antepasados, y Mirai -Futuro- también lo hará, tomando sus propias influencias incluso de Kun.
Otra pequeña obra maestra de Mamoru Hosoda, que si bien, en mi opinión, no supera a otras de sus producciones si que es algo maravilloso de ver y de sentir.
La segunda película de la tarde también era una pequeña asignatura pendiente que no pudimos ver en pasadas ediciones del Festival de Sitges debido a su horario intempestivo -de madrugada en plena maratón-. Mon mon mon monsters, es la tercera película del escritor taiwanes Giddens Ko, que ha llevado muchos de sus escritos al cine tocando prácticamente todos los géneros. En esta ocasión tira hacia una especie de terror adolescente que esconde mucha mala leche en su interior.
El guión se centra en Shu-Wei Lin, un joven de instituto que es acosado por un grupo de violentos compañeros. Acabara siendo castigado con ellos y se verán obligados a trabajar cuidando personas mayores, tramando un plan para robar a una de ellas. Durante este plan se toparan con un par de monstruos, capturando a uno de ellos.
El director nos presenta un tema central, el Bulling, llevado al extremo en ese instituto donde parece que, a pesar de haber un núcleo duro de personajes que lo ejercen sin compasión, todos son cómplices y co-participes del mismo, excepto los que lo reciben. Shu-wei se adentra en una espiral macabra al asociarse con estos matones, queriendo entrar en su grupo más por necesidad que por otra cosa, pero siendo consciente de que en realidad no pertenece a ellos y que si da un paso en falso terminará muy mal. Estos sentimientos encontrados son el eje central de la película, a pesar de la introducción del monstruo, que generara escenas de tortura y servirá para explorar el carácter destructivo del líder de los matones. Esa espiral de servilismo y miedo de Shu-wie, su errática evolución dentro de los acontecimientos, donde a veces pretende hacerse e duro, a veces vuelve su naturaleza, es donde radica el interés fuera del espectáculo formal.
La forma sin embargo también es muy atrayente, una puerta de entrada hacia el mensaje que comentaba anteriormente. Muchos momentos se narran como una película de adolescentes, solo que en vez de ver relaciones sociales y amoríos, vemos bulling y venganzas. Esto se combina con la aparición de los monstruos y la película se va volviendo cada vez más oscura y extrema, llevando muchas situaciones a extremos absolutamente inverosímiles, pero que cuadran con la intención temática. Este in crescendo de tortura y mala leche contenida llega a su clímax en un tramo final absolutamente gore y nada optimista.
Este es un ejercicio muy interesante, que oculta en su forma muy festivalera y malrollera un fondo de crítica social duro y nada halagüeño. Muy recomendable.
Nuestra última película en el festival era, también, una de las que más ganas tenía de ver. Bad Genius fue todo un éxito en su Tailandia natal, no solo de taquilla sino también en festivales y premios locales. En España pudo verse en la pasada edición de las Nits de Cinema Oriental de Vic, donde ganó tanto el premio del Público como el de la Critica. Mejores premisas imposible.
La película sigue a Lynn, una joven superdotada que, con el esfuerzo de su padre, consigue entrar en una prestigiosas academia. Cuando descubre que su padre ha tenido que pagar una gran suma, en concepto de “soborno académico”, decide ganar dinero ayudando a otros a copiar en los exámenes con sus innovadores métodos. Esto la llevará bastante al extremo, tanto a ella como a sus amigos.
Lo primero que sorprende de esta película es que para nada está rodada desde el punto de vista de una cinta sobre, o para, adolescentes. Bad Genius se estructura con un formato de thriller sobre robos, narrando los planes de copia al más puro estilo policíaco, como se hace en películas sobre robo de bancos o planes de infiltración. Esta estructura le sienta maravillosamente, y la película se hace amena e interesante. La intriga por ver por donde van a salir, o si van a conseguir llevar a cabo su plan, es constante y amena. La otra parte se centra en los personajes y ver como cada uno de ellos actúa en su propio interés, siendo Lynn, la que aparentemente orquesta todo desde el principio, la más sincera de todos ellos. Algunos actúan por puro interés, de principio a fin, otros caerán en el lado oscuro, lo que los cambiará para siempre. Es ley de vida.
Bad Genuis es una grandisima película, inesperada en su forma y que, a pesar de no tener un guión complejo, sabe atraparnos y mantenernos interesados. Además es un final muy adecuado a nuestro paso pro el festival, teniendo en cuenta que nace desde una Universidad llena de estudiantes la mar de inteligentes.
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