Finalizamos hoy nuestro repaso asiático a la pasada edición del Sitges Film Festival centrados en Japón, con varias obras animadas, un live-action y nuestro ya tradicional geki-cine -una de las experiencias más estimulantes de mi paso por el festival en los últimos años-. Han sido unas 25 películas -aunque nuestro festival dio para mucho más fuera de Asia- tanto buenas como malas. Sitges es un festival que pude llegar a saturar, pero es una experiencia irrepetible año tras año por muchos motivos. Ya estamos esperando la edición de 2019.
Afrontamos nuestro último día de festival con una película que realmente no me decía nada, y es que buena parte del cine japonés contemporáneo, manga-action con acabado cuasi-televisivo y ritmo mas bien genérico, hace tiempo que no me llama para nada la atención, es más intento rehuirlos. Luego muchas veces te llevas una sorpresa para bien, y este fue el caso.
Basado en el manga homónimo de Daruma Matsuura, Kasane nos narra la historia de dos chicas: Kasane, hija de una famosa actriz y que lleva la interpretación en la sangre, y Nina, una hermosa actriz con cierto recorrido, pero sin un talento sobresaliente, que sufre una especie de narcolepsia que puede dejarla días tumbada en cama. El problema de Kasane es que tiene una enorme cicatriz en la cara que le impide llevar a cabo su sueño, pero todo cambiará cuando descubra un pintalabios mágico (!!!), herencia de su difunta madre, que le permite cambiar de rostro con otra persona, llegando a un acuerdo con Nina.
No me digáis que al leer ese argumento no os entra el pánico. Pues resulta que el veterano Yuichi Satoh construye una interesante historia de suplantación de identidades, divagando sobre la aceptación, la construcción de la identidad, el precio de éxito y la venganza. Un thriller en tono oscuro que toma diversos giros en su guión y que mantiene al espectador interesado, generando una serie de moralejas muy bien llevadas. Además las interpretaciones del dúo protagonista, Tao Tsuchiya y Kyôko Yoshine, están realmente muy bien. Ambas deben realizar un doble papel, tanto de Nina como de Kasane, con sus caracteres antagónicos y su evolución durante la película, cosa que logran llevar con nota, creyéndote las diversas transformaciones entre ambas. El resultado es un thriller contenido con un toque sentimental, nada desatado pero bien realizado.
Tras Kasane nos vamos a la sesión infantil para disfrutar, con motivo de su 30 aniversario, de un pase de la siempre entrañable Mi Vecino Totoro, una de las primeras producciones del Studio Ghibli de Hayao Miyazaki y el recientemente fallecido Isao Takahata. ¿Que puedo contar de esta película? Todos los aficionados a la animación japonesa deberían haberla visto, y siempre es un placer que se devuelva en todo su esplendor a las nuevas generaciones.
La historia sigue a las hermanas Satsuke y Mei, que se mudan junto a su padre a una casa en el campo mientras su madre se recupera en el hospital de una enfermedad. La más pequeña, Mei, se topara con cosas extrañas y terminará encontrándose con Totoro, haciéndose ambas amigas del espíritu del bosque.
Allí estaba yo, cantando la canción de inicio de la película -y la del final- como si fuera un crío japones cualquiera. Tengo una especial debilidad por Mi Vecino Totoro, ya que me parece una de las mejores películas infantiles jamas realizadas. El guión es simple y sin una excesiva carga de drama, con un realismo mágico presente en todo momento contado desde un punto de vista muy infantil, que llega a todo tipo de público. Este cuento familiar en torno a la importancia del reencuentro con la naturaleza no necesita acción ni florituras, solo verla con el espíritu abierto lleno de imaginación infantil, sin más.
Si queréis profundizar un poco más en ella os recomiendo el magnífico texto que Sabrina Vaquerizo le dedicó en su retrospectiva Los Lunes con Miyazaki.
Me gusta especialmente este festival cuando me ofrecen cosas extrañas, clásicos del cine o producciones que será imposible ver fuera de este evento. Así he disfrutado como un enano cuando se han pasado Pinku Eigas de la década de 1970, cine de acción y artes marciales de la Shaw Brothers y rarezas similares. Pero lo que nunca habría esperado ver es un geki-cine, género con cierta tradición en Japón que consiste en la grabación de una obra de teatro en directo, usando técnicas y post-producción cinematográfica para obtener un resultado de altísima calidad. El año pasado pudimos disfrutar por primera vez de este tipo de producciones con Stray Nightingale, una historia de samuráis que vuelven de su auto destierro para tomar heroica venganza -con un cierto regusto a los Zatoichis cinematográficos- y quede absolutamente alucinado. Lo de este año ha sido ya increíble.
De nuevo interpretada en escena por la compañía Gekidan Shinkansen, y con dirección de Takuji Izumi -que ya hiciera lo propio en Stray Nightingale-, Fortress of Skulls, nos traslada a finales del siglo XVI, en pleno período Azuchi-Momoyama comprendido durante el mandato de Oda Nobunaga y el de su sucesor, Toyotomi Hideyoshi. En esta convulso época se produce el enfrentamiento entre un tirano y un grupo de samuráis que servían al antiguo amo de esas tierras.
La historia mezcla humor con epicidad, como suele ser normal tanto en las obras clásicas de teatro kabuki como en muchas producciones cinematográficas japonesas, de una forma muy agradable, construyendo un relato que se basa en personajes históricos reales pero muchas veces los interpreta en cierta manera. El nivel de detalle es tal que las armaduras de ciertos personajes, como Ieyasu Tokugawa, son recreaciones reales de sus vestimentas históricas. Sin embargo, esta tremenda localización no impide seguir la historia y disfrutarla, aunque no se conozca en profundidad la historia de Japón.
Creo sinceramente que este año hemos visto el epítome de este tipo de productos. No veo como se puede superar el nivel de producción teatral que pudimos ver en pantalla. Esta representación se hizo en un teatro donde la platea del público gira hasta 360º en torno a un escenario circular, permitiendo a los actores andar entre espacios, desarrollarse escenas en diferentes escenarios, o representar momentos de viaje o transición directamente. Esto se acompaña con un despliegue de medios impresionante, con proyecciones en directo -hay un momento donde los disparos simulados de un arco en el escenario se trasforman en realidad mediante proyecciones en una de las enormes paredes del escenario, todo ello acompañado además de música, sonidos y efectos de iluminación-, grandes escenarios centrales que van desde el interior de un castillo hasta unas colinas con río incluido -y efectos de lluvia-, y mucho más.
Desde el año pasado canto las alabanzas de este tipo de productos, y a todos los que he convencido para ver este año Fortress of Skulls creo han salido tan impresionados como yo. Espero que se conviertan en un clásico de Sitges y podamos ver un geki-cine el sábado de cierre del festival por muchos años.
Y por fin afrontamos nuestra última película del festival, una obra animada que sigue una línea que se ha puesto de moda en los últimos años en Japón con películas que adaptan mangas o novelas ligeras muy centradas en el romance y el drama -encuadrados en diferentes contextos pero siempre protagonizados por jóvenes o adolescentes-. Ahí tenemos A Silent Voice adaptando el manga de Yoshitoki Oima; The Anthem of the Heart y Maquia de la guionista Mari Okada; o la mismísima Your Name de Makoto Shinkai.
En el caso de I Want to Eat Your Pancreas el debutante Shin’ichirô Ushijima adapta la conocida novela de Yoru Sumino -que ya tiene una adaptación live-action- para mostrarnos la relación entre Haruki Shiga, un joven sin muchos intereses sociales que se encarga de la biblioteca del instituto, y Sakura Yamauchi, estudiante alegre y popular. Un día, por casualidad, Sakura le cuenta a Shiga su mayor secreto, una enfermedad de páncreas acabara con su vida mucho antes de lo que sería deseable, pero ella le pide que guarde el secreto. Sakura quiere dedicar todo su tiempo en hacer felices a los demás, no a que se sientan tristes por ella.
Con una animación bastante buena y un desarrollo acorde a lo esperado, la película deja momentos muy agradables durante su primera parte, mostrándonos esa peculiar relación entre dos caracteres opuestos pero compatibles. Gags de humor, momentos sentimentales y todo lo que podríamos esperar. Es en su segunda parte cuando cae en su vertiente dramática, intentando en todo momento cogerte el corazón y estrujarlo hasta dejarlo seco. El drama es en parte abrumador y directo, como subidas de tono muy acusadas durante este tramo final, sin embargo, no me llegó tanto como esperaba y eso me sorprendió, ya que últimamente estoy receptivo con este tipo de películas -la llorera de Your Name lo confirma-. A pesar de todo creo que es una película interesante y que llegará profundamente a la mayoría de los que la vean.
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