Sábado 9 de marzo.
Me levanto tarde y aprovecho el mediodía para pasear un poco por los alrededores de la calle principal y contemplar por última vez su paisaje nevado. Claro que podré volver en invierno a Yubari, pero si no es durante el festival no será lo mismo. Veo que están preparando la Stove Party, la fiesta por excelencia del festival. En una plaza del pueblo cada año se instalan varias estufas de carbón, de esas para calentar naves industriales, y a su alrededor comen y beben los asistentes al festival. Todo al aire libre, pero con ese calorcillo tan agradable que atenúa una temperatura que no suele subir de los 0 grados.
Como es sábado todo está mucho más animado. Entre el ir y venir de gente veo de pasada una figura femenina que me resulta familiar, y me empiezan a temblar las piernas, pero no del frío. Se trata de la actriz porno Miho Wakabayashi, una mature de la que, cómo no, soy fan. No recordaba haber visto su nombre en el catálogo del festival. ¿Estaría ahí presentando alguna peli?. Antes de la sesión de las 14:15 me zampo un curry casero y una vieira asada a la parrilla en una cafetería que monta una asociación no gubernamental durante el festival muy cerquita del hotel Shuparo. Sabor sencillo y auténtico del curry de la abuela, con su patata y su zanahoria, denso, con cuerpo, del que, por perrería, nunca preparo estando en casa, tirando más de restaurantes o del instantáneo.
Scrap Youth es una película costumbrista, bastante agridulce sin llegar a ser incómoda o grotesca del todo, sobre un grupo de adolescentes cebollos, collejeables, mentecatos, pajilleros y totalmente negados para entablar contacto con el sexo femenino, exactamente como era yo a esa edad. Lo que pasa es que hay una pequeña trama que transcurre durante sus actividades extraescolares en el grupo de ping pong y eso impidió que me identificara por completo con ellos, y es que yo a esa edad odiaba el deporte (y lo sigo odiando) y hubiera hecho cualquier cosa por haberme escaqueado (como realmente hacía los últimos años de instituto, fingiendo lesiones y alergias para no perder el tiempo en gimnasia dando vueltas al campo de fútbol como un imbécil y luego pasar el resto del tiempo haciendo como que jugaba al fútbol solo para que los dos populares de la clase se lucieran). Sin embargo, esta trama de deporte sirve para presentar personajes y es desencadenante de sucesos ya relacionados con temas que me interesan, como la frustración sexual a esa edad. Termina mucho mejor de lo que me pensaba y me deja con un buen sabor de boca. Y mira lo que son las cosas, que al día siguiente este film terminaría ganando el Gran Premio del jurado del festival.
Al acabar miro el móvil y veo que me ha llegado un mensaje de Kenji Tanaka, miembro de Tetsudon: Que fuera a comer con ellos al almuerzo anual con la abuela de la papelería. Hace unos años, Hideki Oka, realizador de, entre otros, la serie de Ultraman Saga y miembro también de Tetsudon, entabló amistad por casualidad con una señora mayor que regenta una papelería al lado del Hotel Shuparo. La señora, que vive con su hija y su marido, cada sábado del festival organiza para ellos una comida en el salón de su casa al que se entra a través de la tienda. No es normal que alguien del pueblo te abra las puertas de su casa tan a la ligera, pero la señora había vivido activamente el festival desde su primer año y se rindió ante la simpatía y el amor al cine de los miembros de nuestro colectivo de cortometrajistas favorito.
Cuando entré se acordaban de mí: —Tú eres el español ese al que le gustaba el roman porn de la Nikkatsu, ¿Fernández, verdad? —Y casi se me cayeron los lagrimones de la emoción. No decían bien mi nombre pero recordaban perfectamente cosas que olvidé haber dicho. Mientras el resto bebíamos una cerveza detrás de otra y zampábamos de lo lindo una cantidad ingente de deliciosa comida casera, la señora, ahora abuelita con chepa, nos pasaba álbumes de fotos de las primeras ediciones del festival del año 90-92, con ella de cuarentona luciendo sonrisa, permanente y traje de hombreras junto a estrellas del cine patrio e internacional: Robert Wise, John Voight con Angelina Jolie, Quentin Tarantino, un jovencito Shinya Tsukamoto presentando Tetsuo… Decenas de fotos autografiadas junto a otras tantas más casuales de eventos y fiestas donde uno entiende la importancia del festival, no tanto para el mundo del cine, sino para los vecinos del pueblo, que lo vivían con más ilusión y pasión que nadie.
Dando miles de gracias y con la sincera promesa de visitarlas de nuevo el año que viene, pero en verano, nos retiramos y cada uno sigue la fiesta a su antojo. Por ir a la comida se me hizo tarde para ver la comedia sexual Shangri-La y decido meterme en el pase de la sección Core que hay a esa hora. Con VAMP no termino de acertar. Me quieren meter una historia sofisticada de vampiras lesbianas y acción y se queda todo en un v-cinema un pelín torpe y aburridillo, con algún acierto pero demasiadas pretensiones que se quedan en nada. Esto antes se podría describir como un directo a vídeo; ahora como un fondo de catálogo de Netflix.
Y de aquí, sin hambre pero con gula, fui a la Stove Party. En la fiesta se servía comida y bebida gratis solo a cambio de un donativo inicial (sin cantidad fijada) para recibir un plato y un vaso de papel. Con el frío que hacía el cuerpo pedía sake caliente. Para acompañar, había parrillas donde servían yakisoba, carne de cordero, de cabra y casquería de cerdo y ternera. De la gente que había, era necesario hacer cola y las raciones eran más pequeñas para poder servir a todos. Aún así, con paciencia uno podía llegar a quedarse la mar de satisfecho. Mientras zampo y bebo me doy cuenta de que está llegando más gente de la habitual, sobre todo señoras. Pregunto por ahí y me dicen que se espera una visita sorpresa. Sorpresa que no es tanto, porque ha salido en el periódico esa mañana: Va a venir la estrella de cine Takumi Saito. Ya que el director Kazuya Shiraishi es miembro del jurado, aprovechan para promocionar la próxima película donde colaboran juntos, Mahjong Horoki 2020. Las fans se apelotonan delante de la tarima donde el actor habla mientras a todas les hacen los ojos chiribitas.
Cuando escribo esto acaba de producirse el arresto de Pierre Taki por consumo de cocaína y la decisión de Disney y otras productoras de retirar los filmes donde actúa este miembro del grupo musical Denky Groove. Durante días se ha dudado sobre qué hacer con el estreno de la peli que estaban promocionando precisamente porque Pierre Taki está en el reparto. Kazuya Shiraishi defendió entusiastamente el derecho a estrenar Mahjong Horoki 2020 y parece ser que así va a ser. Al final, los intereses de la Toei pueden más que la estricta moral japonesa.
A la panza llena de comer casi sin parar desde mediodía se suma esa pesadez de cabeza que da la mezcla de cerveza y sake caliente. Pero el frío, el ajetreo de ir de aquí para allá y el charlar en persona con el actor de Saikyo Koroshiya Densetsu Kunioka, que resultó ser un chaval majísimo, me despeja y sin darme cuenta se me hacen casi las 10 de la noche, hora en que comienza la misteriosa sesión Secret Screening que ha preparado Nishimura. ¿De qué película se trataría?
Esperando para entrar, vuelvo a ver de nuevo a la actriz Miho Wakabayashi que está haciendo también cola. Aprovecho la ocasión y me acerco a hablar con ella.
—¿Es usted Miho Wakabayashi, verdad? Soy un gran admirador suyo. —A lo que ella me responde con un “cuanto tiempo” y me da la mano. Seguro que me está tomando por otra persona, pero entre que van a abrir la puerta de la sala y no estoy muy resolutivo, me limito a despedirme con una sonrisa y vuelvo a mi sitio. Muchos os estaréis preguntando que por qué no aproveché para ligármela, que os conozco. Ante todo soy un caballero y considero que, como fan, hay que respetar a la persona y su profesión. Que se dedique a la pornografía no quiere decir que sea una mujer fácil ni un objeto sexual.
Con todos ya sentados y preparados sale a escena Yoshihiro Nishimura y revela el título de la sesión sorpresa: Se trata del remake-reboot de The Machine Girl. Según dice, la versión del Noboru Iguchi tuvo tanto éxito en EEUU en formato doméstico que se decidió producir el reinicio de este film para su venta internacional. Esta honestidad de Nishimura abarca un tema que me toca mucho las narices, y es que, como decía antes, los gustos del fan occidental están tan estancados, basados en las cuatro mismas cosas de siempre, que los propios artistas japoneses encuentran un filón al que asirse, con la consecuencia de que no hay evolución y se dejan fuera otras producciones independientes enormemente disfrutables que son incompatibles con los gustos rancios del fan que no van más allá de los tentáculos, el splatter, la peli random del Miike de turno y el live action del manga que toque ese año. En 2017, el Nishimura hizo la de Meatball Machine Kodoku, un ejemplo perfecto de lo que digo. Mientras que la primera Meatball Machine era una peli de flipados para flipados, esta segunda parte no se tomaba en serio a sí misma y tenía un aire autoparódico bastante irritante, con un tratamiento condescendiente que delataba sus intenciones de explotación internacional, tal como declaró su director en la presentación que hizo en el Bifan. En dicha presentación declaró que hizo la película porque su productora estaba en números rojos y si hacía esta película podría presentarla por los festivales de cine fantástico de medio mundo, con los beneficios que ello reporta. Y para que veáis cómo está el mercado, un chaval que asistía al pase del Bifan le preguntó que parecía que todas las películas japonesas eran splatters, a lo que Nishimura replicó que no, que en Japón casi todo son comedias románticas y versiones cinematográficas de doramas de éxito, pero claro, a ojos de un extranjero, parece que todo el cine japonés actual es o gore o cine de señoras de los Verdi. Hay un problema y nosotros, los consumidores occidentales, somos los culpables.
Pero volviendo al pase sorpresa, mi mosqueo inicial se olvida por completo cuando Nishimura comenta que el director de este reboot-remake de The Machine Girl es Yuki Kobayashi. En el 2016, a sus 25 años, ganaría el primer premio del Festival de Yubari con su película Kamikaze Cowboy y, un año después y con producción de Nishimura y la Nikkatsu, firmaría la que, con permiso de Blood of Wolves, sería la mejor película de yakuzas del 2017, Death Row Family. Yuki Kobayashi es, o era, un cani, un macarra de barrio, pero con un talento innato para las historias violentas y crudas. Tenía ganas de ver cómo se manejaba en una película de encargo fuera de un entorno urbanita actual como hasta ahora. En esta nueva versión de The Machine Girl se marca un peliculón supino. Perdonadme, compañeros lectores, pero, aunque me encanta el Iguchi y he visto muchas de sus pelis, nunca he visto la original de esta peli, así que no puedo comparar. De todos modos doy fe que, a niveles de producción, se han marcado una ambientación futurista post-apocalíptica muy convincente para los medios que debían tener y, a niveles de dirección y actores, estamos ante una historia frenética sin momentos valle que va, nunca mejor dicho, como un tiro y con unos actores de ponerlos a todos en una carpeta para lucir en el instituto. A destacar el papel de pistolero sicario de baja categoría que hace Tak Sakaguchi; tiene momentos a lo Sanji de One Piece pero con pistolas que seguro hará que todo público festivalero se ponga en pie. Sí, me he imaginado viéndola en Sitges disfrutándola como un poseso. Nishimura ha hecho muy bien dejando la dirección a Yuki Kobayashi y quedándose en las labores de producción, cosas como esta hacen que me reconcilie con el cine prefabricado para su exportación. Aquí sí veo esa cultura japonesa, de moral despreocupada y humor socarrón pero inocente, que tanto me gusta, al tiempo que ese adolescente frikazo que hay en mí puede seguir disfrutando de un cine extremo que parece tan nuevo como hace 25 años. Salgo entusiasmado y la noche aún no había terminado. A las 12 comenzará un Talk Event que pinta fenomenal: Takashi Shimizu Vs. Yoshihiro Nishimura.
Antes hay un rato para descansar y entre los que se quedan veo que sigue ahí Miho Wakabayashi. Me ve y viene hacia mi. Saca su teléfono y me pide que nos hagamos una foto juntos. Yo lo flipo. En esas décimas de segundo se me ocurren 138 formas diferentes de seducirla con éxito para llevármela a la cama esa misma noche. Me están entrando sudores fríos de los nervios. Nos hacemos la foto y me pregunta si soy tal persona que tiene en sus contactos de facebook. Le digo que no, que desgraciadamente solo soy un fan y que nunca nos habíamos visto, pero que si no le importa enviarme la foto, sería un honor conservarla. A lo que ella accedió con gusto. Tal vez no tuve una noche de pasión con un bellezón maduro, actriz porno consagrada, stripper de fama reconocida y actual artista de danza aérea -con la fuerza y elasticidad muscular que ello exige-, pero al menos conseguí ser su amiguito de facebook y con eso tengo suficiente. La felicidad del fan. Antes de despedirnos le pregunté qué motivo la había traído al festival, me dijo que vino a presentar Play Room, una antología de cinco cortometrajes dirigidos por diferentes directores con ella como protagonista principal. Me disculpo por haber dejado pasar la oportunidad de ver ese pase bajo la promesa de ver la película en el futuro.
El talk show no defrauda y Nishimura -botellita de whisky en mano- junto con su viejo amigo Takashi Shimizu nos da una sesión larguísima de batallitas y momentos terroríficos vividos en rodajes o relacionados con su trabajo en el cine de género. Se contaron anécdotas tales como cuando Takashi Shimizu fue al registro para dar constancia del nacimiento de su hijo recién nacido y se encontró con Hideo Nakata en ese mismo momento para hacer exactamente lo mismo. Tuvo que dar muy mal rollito.
Entre medias también se ponían vídeos inéditos o incluso personales, como el regalo audiovisual que Shimizu le hizo a un amigo del gremio para proyectar en el banquete de su boda, donde, en un baile surrealista, el director Noboru Iguchi mostraba en un primerísimo primer plano su micropene durante unos instantes antes de ser tapado por un traicionero mosaico. Cosas como esta o el teaser de Howling Village, su nueva película en preproducción, se simultanearon con historias de terror (kwaidan) que recitaba una actriz en el escenario mientras los ponentes aprovechaban para echar un pitillo fuera. Me fui casi a las 3 de la mañana muerto de cansancio, que al día siguiente tenía que hacer check out temprano, y ahí seguían ellos, a los que se les sumó Kazuya Shiraishi, que casualmente fue ayudante de dirección de Shimizu años atrás.
Pues aquí terminó mi experiencia del Festival Internacional de Cine Fantástico de Yubari del 2019. A pesar de que su programación y presupuesto era aún más reducido, no hubo decepción alguna y me ha seguido proporcionando tantos o más momentos de diversión que años anteriores. A partir del año que viene todo será diferente con su cambio a verano. Sin duda echaré de menos sus paisajes nevados, pero también espero descubrir ese Yubari verde que se extiende más allá del Kinema Street, podré disfrutar del melón recién cosechado (la fama del melón de Yubari está mundialmente reconocida) y, una cosa de la que realmente tengo ganas de hacer desde hace tiempo y que solo se puede en verano, visitar la localización real de la casa donde Chieko Baisho espera a Ken Takakura al final de El pañuelo amarillo de la felicidad de Yoji Yamada.
Ojalá el festival de Yubari siga teniendo cuerda para rato, con más o menos presupuesto, en invierno, verano o cuando le de la gana, pero manteniendo siempre su fama del festival de cine más divertido del mundo.
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