Llegamos a la tercera, y última, entrada de nuestro Tokusatsu Madness, este pequeño viaje que estamos realizando por la obra de superhéroes y exploit de Sompote Saengduenchai. Antes de afrontar esta última explosión de vergüenza ajena les recomiendo lean, y disfruten, nuestras anteriores entregas dedicadas a Jumborg Ace & Giant y Hanuman vs. 7 Ultraman. Si después de eso les parece que lo han visto ya todo, no se imaginan lo que tenemos por aquí.
Eiji Tsubaraya creo la primera de las serie de Ultraman en 1966 y tras su lanzamiento el Tokusatsu se convirtió en un género televisivo muy popular entre el público nipón. Al igual que ocurriera con el Kaiju Eiga de la Toho, muchas productoras quisieron adentrarse en el género para poder obtener su parte del pastel, y si en el caso del cine de saurios gigantes la única que lo conseguiría será la Daiei con la saga de Gamera, en el mundo de los superhéroes televisivos sería la Toei quien haría lo propio dando vida a la serie Kamen Rider, creada por el mangaka Shotaro Ishinomori.
Las diferentes temporadas de Kamen Rider, que vendría a traducirse como motorista enmascarado, suelen ser independientes y en ellas uno o varios motoristas terminan adquiriendo poderes, generalmente por medios tecnológicos -pero hay un poco de todo según la temporada-, transformándose en los Kamen Riders -motoristas con traje especial y máscara insectoide-, que deberán luchar contra todo un elenco de personajes malignos, y a veces entre ellos mismos. Una de las características más interesantes de la serie es que los poderes del Kamen Rider principal suelen provenir de intereses malignos, muchas veces al igual que los enemigos que combate, pero logra sobreponerse a este origen y usa sus habilidades para combatirlos. Esto, unido a ese aire más trasgresor que confiere el royo motero en la década de 1970, hacen que la serie sea, en concepto, más “gamberra” que otras del estilo, y se permite temporadas y películas muchos más oscuras y con más presencia del drama, sobre todo en épocas más recientes.
Kamen Rider se emitió por primera vez en 1971 creando un subgénero dentro del Tokusatsu denominado Henshin Heroes, que llegó a su máximo apogeo en 1974. El mismo año que Chaiyo y Tsubaraya estaban realizando las películas que ya hemos analizado en anteriores entregas, en Japón Toei creaba la única película relacionada con la serie Kamen Rider X, titulada Five Riders vs. King Dark, que se proyectó como parte del Toei Manga Festival junto con Mazinger Z vs Great General of Darkness. Mazinger Z, serie anime emitida por Toei desde 1972, era el nuevo fenómeno del momento y provocó el boom de las series de animación de robots gigantes, quizás por eso King Dark estaba representado así, como un robot gigante que comandaba las tropas del mal.
En algún momento de 1974 Chaiyo Productions tuvo un acercamiento a la Toei con la misma intención con el que lo tuvo con la Tsubaraya, tomar al personaje de la casa, en este caso Kamen Rider, y fusionarlo con elementos tradicionales tailandeses, más concretamente el dios mono Hanuman que ya hemos visto acompañado por diversos Ultramanes. Parece ser que la Toei no mostró ningún interés, incluso se dice por los mentideros de internet que su respuesta negativa fue más que tajante, pero eso no detendría a Sompote Saengduenchai que, con permiso o sin él, produciría la infame Hanuman and the Five Riders, quizás el culmen de todo lo que hemos estado viendo en este viaje por el Tokusatsu Madness tailandés.
Hanuman and the Five Riders toma imágenes de la película Five Riders vs. King Dark y, en menor medida, de la serie Kamen Rider X, y las introduce en una película muy inferior a las anteriores producciones que hemos visto, sobrepasando con creces la serie B para adentrarse en los indómitos terrenos de la serie Z más destroyer.
La película comienza con una escena en la que unos secuaces extraen la sangre a una joven, tras la cual King Dark ordena a sus monstruos mutantes traerle más sangre fresca. King Dark, que en la película original era presentado como un robot gigante que normalmente estaba recostado mientras comandaba sus tropas, aquí aparece además en forma humana con un traje especialmente barato y ridículo, más incluso que el set donde se desarrollan las escenas. Lo más que hace es exigir sangre como un crío pequeño exigiría caramelos mientras hace aspavientos exagerados con los brazos y suelta proclamas malvadas, en un descarado tono cómico donde sus secuaces, tipos con un jersey negro y pasamontañas, le siguen el juego. Todo esto se intercala con numerosas escenas de combates aleatorios procedentes de la serie original, doblados con nuevos, y ridículos, diálogos en tailandés. Entre secuestro de mujeres y no secuestro de mujeres, la cosa pega un vuelco increíble.
King Dark decide traer un alma del infierno para que sea su nuevo lugarteniente, y allá que nos vamos, al infierno, para ver unos dibujos muy gráficos mientras una voz en off narra lo siniestro del lugar y unos “demonios” -tipos pintados de rojo- torturan a una troupe de mujeres desnudas mientras se restriegan con palos llenos de pinchos. Allí, tres ladrones han llegado al rey del infierno para ser castigados y al ver sus malos actos en un caldero hirviente descubrimos que son los tres ladrones que en Hanuman vs 7 Ultraman roban la estatua de buda y tirotean al chaval que posteriormente se convertirá en Hanuman. Volvemos a ver estas imágenes recicladas de la anterior producción, con las escenas de Ultra Mother recortadas, y reestructura la persecución de Hanuman introduciendo algo más de violencia en las muertes de los ladrones. Uno de ellos escapa del infierno y termina al servicio de King Dark.
A partir de aquí las imágenes recicladas empiezan a ser sustituidas por la producción propia del director, con copias -no especialmente buenas- de los Raiders y una serie de monstruos de creación propia. Esto parec eun movimiento arriesgado, sino suicida, del director que se ha tirado casi una hora mostrándonos una acción relativamente decente proveniente de las imágenes japonesas y ahora nos mete sus propias escenas de un nivel muy inferior. El nuevo lugarteniente secuestra con artimañas a un científico para terminar el monstruo mutante vampiro de King Dark -si amigos, un frankenstein murciélago vampiro-. Combates y más combates, King Dark pasado de vueltas y finalmente la máquina de mutantes esta terminada, creando un ejercito de… de… hombres bestia…, tipos pintados de color extraño con cabeza de animal equivalente a mascaras de feria. Finalmente King Dark se convertirá en gigante y comenzará la destrucción -en un set de Bangkok que ya vimos en Jumborg Ace & Giant-, y por fin Hanuman hace acto de presencia para combatirlo y matarlo. En una especie de epílogo con moraleja -no hagáis actos malvados chicos- los ladrones vuelven al infierno y son decapitados, dejándonos unos desconcertantes primeros planos del proceso para finalizar la película.
Alguno, quizás, podría pensar que este argumento, este desarrollo, al menos será divertido en el sentido más pop del asunto, pero aquí es complicado poder encontrar algo bueno. Es que parece hecha por jóvenes borrachos, los diálogos son la cosa más anticlimática que he visto en años y los acabados de sets y trajes son vergonzantes, increíbles.
Pero esto que digo puede llegar incluso más allá si veis el doblaje en inglés de la película. Aún hoy me queda la duda de si lo que se puede encontrar hoy en día es un doblaje oficial o un fandub, pero el resultado es, en definitiva, equivalente. Imaginaos que vas por la calle y un tipo visiblemente borracho te asalta diciéndote “hey, tenemos cervezas y pizzas aquí al lado, vamos a doblar una peli, vente…”, y tú, no sabes muy bien por qué, te apuntas. Allí hay un grupo de jóvenes, transeúntes reclutados en la calle, bebiendo, riendo y leyendo unas hojas mientras pasan imágenes de una película rara tailandesa. Da igual que el diálogo tenga coherencia, que las palabras casen con las bocas, da igual poner entonación o emoción, solo hay que leer o, en su defecto, ir diciendo lo que pasa en pantalla o lo que hace tu personaje. Imaginaos esa situación… pues hubiera quedado mejor que lo que he podido ver, os lo aseguro. ¿No me creéis? Pues juzgarlo vosotros mismos…
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