Continuamos con una nueva crónica asiática de todo lo que pudimos ver durante el pasado Sitges Film Festival. En esta segunda entrega predomina el metraje abundante y las excentricidades de todo tipo, con tres producciones, una japonesa y dos coreanas, que no dejaran indiferente a nadie que se acerque a ellas. ¡¡¡Adelante!!!
No hay duda que Sion Sono es un director personal e imprevisible, con un montón de filias particulares de las que usa y abusa, véase su visión de las idols, como trata a sus personajes femeninos, la forma de integrar y retorcera la cultura pop japonesa, su uso de la música y su irónica visión de la creación cinematográfica, de la que ya nos dejó una muestra en Why You Don’t Play in Hell?. Todo esto y más encontraréis en The Forest of Love.
La cosa comienza como la haría cualquier teen movie pasada por la visión del director, con una pareja de amigos, que quieren convertirse en directores de cine y rodar un corto, y sus relaciones personales con algunas chicas con la intención de que uno de ellos pierda la virginidad. Allí veremos relaciones truculentas y mucho trauma hasta que aparece Murata, un crápula charlatán que se liga a una de las jóvenes y la conduce a una espiral de sexo y desenfreno. Cuando los chicos se enteran de esto y de las relaciones previas de Murata deciden seguirlo para hacer una película en torno a su figura y al enterarse este se involucrará en el proyecto. Pero estamos hablando de Sion Sono y de más de dos horas y media de duración, con lo que la cosa se desmadrará de formas insólitas y insospechadas.
El director parece tomar todos sus fetiches e introducirlos en lo que podríamos definir como una antología de su obra cinematográfica, ya que aquí podemos ver detalles de casi todas sus películas, desde Suicide Club hasta Why You Don Play in Hell?, pasando por Cold Fish, Guilty of Romance o Love Exposure. Conforme pasaban cosas y el tono iba cambiando y cambiando, era inevitable no pensar en su obra anterior, no ver las constantes referencias, como el director juega contigo, con tu incredulidad, llevándola a límites insospechados. Desde romance y colegialas de instituto traumatizadas, hasta torturas, punk y asesinos… todo inesperado, o esperado si sabes siquiera a que te estas acercando.
Si os gusta Sono esta es una apuesta segura, si nunca os habéis acercado a él es complejo recomendar esta película para iniciarse por lo excesiva y recargada que puede llegar a ser. De todas formas es muy interesante y la tenéis disponible en Netflix así que es bastante accesible.
¿Que seria un Sitges sin una comedia de zombies asiática? No todo tiene que ser splatter japonés o sorpresas tan mayúsculas como One Cut of The Dead, a veces una película que aparentemente no prometía demasiado se convierte en un gran entretenimiento cuando sabe jugar sus bazas y añadir mucha originalidad a la mezcla.
El guión de The Odd Family nos presenta a la familia Park, dueña de una gasolinera de un pequeño pueblo rural coreano. El abuelo solo piensa en irse a vivir su jubilación a Hawaii, el padre no es muy bueno trasmitiendo sus sentimientos a su familia, su mujer es de armas tomar y los hijos sobrellevan la situación como pueden. La cosa se complicara cuando un joven extraño aparezca por el pueblo y acabe acogido por la familia, un joven que parece enfermo y se comporta de forma muy peculiar.
Como comentaba esta es una película que quizás no te esperas, que usa un tipo de comedia muy local, algo estúpida y simplona en sus inicios, lo cual te hace sospechar, pero que luego muestra sus cartas con un guión que se centra en unos personajes entrañables a los que enseguida tomas cariño. Sigues a la familia desde la simpatía y la complicidad, lo cual hace que el director, y también guionista, Lee Min-jae pueda jugar contigo un poco cambiando de tono la película en varias ocasiones y usando multitud de recursos más allá de la patada voladora -que me hizo muchísima gracia-, no perdiendo ritmo en ningún momento y sorprendiéndote en más de una ocasión. Es muy destacable como la película puede girar de la comedia al terror, del romance ligero al cine de zombies, además de incluir algunas referencias hilarantes a películas recientes de la cinematografía local.
Realmente es una película notable, entrañable y muy divertida, un gran debut para su director.
Cerramos nuestra segunda crónica de Sitges con otra película de metraje excesivo, que nos metimos algunas durante el festival, y que esta vez, a pesar de estar bastante bien, nos dejó sentimientos encontrados y usa sensación de oportunidad perdida.
La coreana Idol nos pone en un primer momento en la piel de Koo Myung-hui, un político de éxito que encuentra a su mujer en el garaje limpiando unas manchas de sangre del coche de su hijo. Resulta que el joven ha atropellado a una mujer, algo que podría ser fatal para su carrera política. A partir de este punto el ya veterano director y guionista Lee Su-jin, que viene de realizar la multipremiada Han Gong-ju (2014), construye lo que intenta ser un thriller político de encubrimientos con moraleja incluida, pero que llegará a ser mucho más, lo que constituye su principal problema.
Esta película tiene el acabado técnico y la calidad interpretativa de la que ya estamos acostumbrados en el cine coreano, pero su guión se vuelve excesivo por muchos motivos. El director quiere contar mucho, demasiado, y la trama inicial del político encubridor o la familia afligida en busca de la verdad, algo que podría haber dado muchísimo juego, evoluciona de formas bastante rocambolescas introduciendo varias subtramas que hacen que gran parte de la película se diluya. Salimos del cine pensando que habíamos visto 3 películas diferentes, y bien podría haber sido cierto, ya que las subtramas tienen tanta o más importancia en la mente del director, e interés para el espectador, como la trama principal, que es principal porque en el final se nos deja claro, que sino pensaríamos que se había olvidado en parte y nos querían haber llevado a otro sitio. Creo que aquí se le ha ido de las manos a Lee Su-jin el intentar sorprendernos.
No me entandáis mal, la película está bastante bien y me parece muy interesante, pero a veces menos es más y este podría ser un buen ejemplo de ello.
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