Llegamos a la tercera de nuestras crónicas asiáticas del pasado Sitges Film Festival con una entrega bastante interesantes, donde pudimos ver cine de acción hongkonés, un clásico entre los clásicos del Wuxia de la Shaw Brothers y la última producción hasta la fecha de un director tan particular y excesivo como Tetsuya Nakashima.
Ya echábamos de menos algo que nos gusta tanto, y que nos ha dado tantas alegrías, como el cine hongkonés de acción. La única que pudimos ver en esta ocasión fue Bodies at Rest, una película pequeña dirigida por el conocido Renny Harlin, que lleva algunos años asentado en China tras dejar su carrera en Hollywood.
La cinta se desarrolla casi en su totalidad en una única localización, un deposito de cadáveres donde trabaja un médico forense y su aprendiz/becaria. Cierta noche aparecerá una banda criminal en busca de una bala incriminatoria de un cadáver… y ya está, no hace falta mucho más, a pesar de que, por supuesto, la cosa tendrá algún que otro giro.
Harlin construye una película de acción simple y efectiva, con una pequeña colección de personajes clara y agradable, Nick Cheung como médico forense con bastante iniciativa y recursos y Yang Zi como su compañera que resulta ser de armas tomar. En la otra parte los criminales llegan a ser algo caricaturescos, pero Richie Jen viste muy bien como el líder de los mismos. Lo principal aquí es la acción, que nos retrotrae a otros tiempos de este tipo de producciones hongkonesas de la década de 1980 y 1990, películas que no necesitaban un gran guión o una excesiva coherencia narrativa si construían una acción interesante y amena durante 90 minutos. Aquí tenemos esa esencia clara y concisa, si bien los efectos visuales no son especialmente buenos en algunos momentos y a veces es algo chorra, pero su acción esta bien y su visionado es entretenido, sobre todo si sois aficionados al género y no tenéis grandes expectativas.
Este año el festival de Sitges organizaba una retrospectiva en torno a la figura del director King Hu, uno de los maestros del Wuxia clásico. Allá por 1966 la Shaw Brothers iniciaría su campaña de revitalización del cine de acción marcial hongkonés rodado en mandarín con la intención de crear un estilo propio y personal que se alejase de la interpretación cantonesa. Uno de sus grandes directores sería Chang Cheh, que con su película One Armed Swordman, protagonizada por Jimmy Wang Yu, incluiría violencia extrema, protagonismo masculino y elementos como la redención o la superación. Esta cinta crearía una nueva escuela, pero un año antes King Hu ya había estrenado Come Drink With Me y dejado su sello en esta nueva tendencia.
La historia comienza con el secuestro del hijo del gobernador por parte de una panda de ladrones, que quieren intercambiarlo por su jefe detenido. A su rescate acudirá Golden Swallow (Cheng Pei Pie), su hermana y experta guerrera, si bien impulsiva y temeraria, cosa que la pondrá en peligro, siendo ayudada por un mendigo (Yue Hua), que resulta ser un maestro luchador.
Si bien King Hu no trabaja el mismo tipo de Wuxia que Chang Cheh, esta película comienza con una escena bastante violenta, que luego dará pasa a elementos mucho más propios del director. Cheng Pei Pei, que se convertiría en la reina del Wuxia de la Shaw durante los siguientes años, tenía realmente formación en Ballet y artes escénicas y eso se nota en unas coreografías de acción, sobre todo la mítica escena de la taberna, muy influenciadas por la danza y estructuras de la Opera tradicional. Hay mucho de la ópera tradicional en la obra de Hu, mucho de un desarrollo más contemplativo, de héroes torturados que buscan su lugar, de un manejo magistral de las sombras, los colores, la fotografía, las grabación en exteriores… Todo eso se empieza a vislumbrar en esta película, si bien tendrían que pasar algunos años para que King Hu, tras dejar la Shaw y establecerse en Taiwán, nos ofreciera todo su estilo en obras maestras como A Touch of Zen, de la que hablaremos otro día.
Solo hacer mención a la decepcionante copia que pudimos ver en el festival. De las 4 películas que componían esta retrospectiva, y de la que solo pudimos ver dos de ellas, esta era la única que no tenía copia restaurada. El 35mm estaba ajado, recortado, con pequeñas partes perdidas y signos de maltrato y uso. Se podía ver y la disfruté un montón, pero fue bastante bajón ver esa calidad.
Tetsuya Nakashima es otro de esos directores japoneses que destacan por un estilo muy personal y característico, como bien sabrán todos los que se hayan acercado a películas como Confessions o El Mundo de Kanako. En esta ocasión se adentra en el cine de terror adaptando la novela Bogiwan ga kuru de Ichi Sawamura y pasándola por su propio filtro.
Hideki acaba de casarse con la mujer que ama, que actualmente está embarazada. Cierto día un compañero le comenta que alguien anda buscándolo para hablar de “Chisa”, sorprendentemente el nombre que están barajando para su hija que aún no ha nacido, pero al acudir este a ver de quien se trata no encuentra a nadie. Dos años después el compañero de Hideki se suicida y extraños sucesos ocurren a su alrededor, decidiendo entonces recurrir a un exorcista para solucionarlo.
Si bien con un ritmo mucho más pausado que en anteriores producciones, la película no para de evolucionar constantemente, con varios momentos clave que la hacen cambiar de tono y, aparentemente, reiniciarse para volver a narrarse. El montaje salta en el tiempo o se introduce en ensoñaciones y todo se vuelve más oscuro con el paso del tiempo. Nakashima juega sus cartas de forma brutal, en un in crescendo que alcanza cotas increíbles en el tramo final de la misma. He de reconocer que en un principio me resulto un poco difícil entrar en esa historia de pareja feliz, de vida perfecta narrada a través de las redes sociales… y ahí esta la gracia, en la dura crítica hacia como exhibimos nuestra vida, o más bien la parte buena de nuestra vida, como podemos dar una imagen parcial o directamente falsa de nosotros mismos -y esto no es lo único, os lo aseguro-. Llegados a ese primer gran cambio, ese primer shock que hace rotar la película, la montaña rusa en la que nos introducimos me atrapó hasta el final.
Una obra terriblemente interesante, cruda y violenta por momentos y que exige atención, mucha atención, por parte del espectador. Pero no decepciona, os lo aseguro.
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