Afrontamos hoy nuestra última crónica asiática de todo lo que pudimos ver en la pasada edición del Sitges Film Festival afrontando nuestro último día, tres películas entre las que se esconde la mejor película que pudimos ver en este festival, que casualmente es la última película que vimos.
Tras la maratón del día anterior, a la que ya hemos dedicado una crónica, nos levantamos a ritmo de jota aragonesa, eso sí, muy bien ejecutada. En Sitges se celebra el día 12 de octubre de forma muy sonada y festiva, y nuestro apartamento estaba justo al lado de los jardines del Retiro, donde se celebraba este tradicional recital. Tocó dormir poco y aguantar estoicamente este último día, que comenzaba a primera hora de la tarde con esa cita obligada en la que se ha convertido -tras tres años consecutivos- el geki-cine.
Básicamente un teatro grabado con producción y montaje posterior de estilo cinematográfico, ya os hemos contado las bondades de este tipo de productos, que no son cine -eso es evidente- pero si suelen ser muy atractivos y curiosos.
Shiren in the Shadows nos transporta de nuevo a esa época previa a la unificación del país. Tras la muerte de un poderoso señor, diversos grupos luchan por ocupar el poder en el territorio. Una geisha con habilidades letales es contratada para asesinar al líder de los Kanto Skulls. Sin embargo, el objetivo guarda un gran parecido con el hombre al que una vez amó.
Partiendo de una base histórica parecida a la anterior Fortress of Skulls, realizada en el mismo teatro circular -en donde la platea gira 360 grados en torno al escenario- y con unos recursos de producción igualmente impresionantes, he de reconocer que este ha sido el geki-cine que menos me ha gustado de los que he visto y ha sido básicamente debido a su falta de equilibrio. La historia empieza de forma muy densa, con interminables conversaciones poniendo en antecedentes al público, conversaciones que se hacen excesivas y aburridas… tanto que incluyen dos números musicales para aligerar el conjunto, combinación que tampoco me atrajo especialmente. Eso si, pasado ese primer tramo, la cosa vuelve por el camino acostumbrado, con traiciones, giros de guión y unas escenas de acción que llegan a cotas bastante increíbles cuando dos personajes, con cierto aire cómico, llegan a hacer un “matrix” en el aire mientras lazan hoces voladoras en cámara lenta -recordemos, en un teatro en directo-. Pura diversión.
No me entandáis mal, a pesar de esa primera parte algo pesada, el general me gustó bastante, solo que menos que en otras ocasiones. No le recomendaría a la gente entrar con esta obra al género pero está bastante bien para quien ya sepa que le gusta esta formula.
Nuestra segunda película de la tarde era a la que más miedo le tenía, ya que no sabía que esperar realmente de ella. Es indudable que el fenómeno The Ring no solo encumbró la carrera del director Hideo Nakata, sino que también dio alas a un género, el de terror asiático, que ha dado una enorme cantidad de películas -en mi opinión más malas que buenas-. El personaje de Sadako es ya un mito, pero sus última películas han sido desvaríos increíbles entre la acción, el terror adolescente más simplón y el intento de alarde técnico sin sentido alguno. Poco quedaba de ese espíritu de terror sobrenatural simple y directo de la primera producción, y esta nueva Sadako, el retorno del director a este personaje, parecía que podía volver a los orígenes.
Incapaz de decir nada más que su nombre, una chica es hospitalizada en un centro psiquiátrico. Allí la atiende Mayu, que se encariña con ella. Cuando el hermano de Mayu, aspirante a Youtuber, desaparezca mientras intentaba subir un vídeo de terror, esta seguirá su pista hasta la isla de Izu-Oshima, donde el rastro de su hermano y el de su paciente se encuentran con la maldición de Sadako.
Es loable que Hideo Nakata haya intentado volver al personaje al redil del terror, construyendo una cinta sobria en lo visual y sonoro, con un acabado formal que podría recordar perfectamente a aquellas primeras producciones del j-horror. Volvemos al mito de terror, al toque de investigación detectivesca, a la introducción de la tecnología -en este caso sin cinta de vídeo-. Pero el resultado en general es bastante soso y falto de espíritu -casi parece una ironía eso-.
Todo en Sadako parece fuera de lugar, como un refrito de The Ring, Dark Water u otras películas del estilo, bien en muchas cosas pero sin un verdadero hilo de unión, una esencia de conjunto, un animo de verlo como un todo destinado a volver a crear un mito. Se vuelven a los clichés del personaje, a los estereotipos básicos y simplones, y a algunas escenas realmente ridículas. Nada del otro mundo, a pesar del intento.
No es uno de esos despiporres ridículos con un ejercito de Sadakos haciendo de las suyas cuan plaga de cucarachas, pero tampoco es una película destacable. De hecho casi la había olvidado a la hora de escribir estas líneas.
Y así llegamos a nuestra última película, en donde tenía que decidir si ver Weathering with You, la última película de Makoto Shinkai, o The Wild Goose Lake, la último del director chino Diao Yinan. No quiero que suene despectivo, pero no lo dudé ni una vez.
The Wild Goose Lake sigue a Zhou Zenong, un gángster que tras salir de la cárcel se ve implicado en la muerte de un policía. La recompensa por su captura pondrá no solo a la policía en su pista, sino también a las bandas mafiosas, que querrán capturarlo. Tratando de esconderse mientras se recupera de sus heridas, Zhou se encuentra con Liu Aiai, una prostituta de intenciones ambiguas. Zhou deberá enfrentarse a los límites de lo que está dispuesto a sacrificar tanto por esta extraña mujer como para la familia que dejó atrás.
Los que sigáis este espacio sabréis que desde hace tiempo no hago más que alabar el neo noir chino -por llamarlo de alguna forma-, ese cine de ambientación criminal con toque social, narración ambigua y un fuerte estilo visual, en el que los chinos se están convirtiendo en maestros. De hecho este tipo de cine es típicamente chino.
Diao Yinan sigue la línea de su anterior Black Coal, dotando a la cinta de un estilo visual lírico que juega de forma magistral con elementos como las sombras, la lluvia, la noche, las luces de neón y el sonido, añadiendo además una justa dosis de acción y una fuerte personalidad en sus personajes, sobre todo de los dos principales, que se mueven entre largos silencios y conversaciones ambiguas. A veces contemplativa, que parece que no quiere llevarte a ninguna parte más que a lo que estás viendo, a veces directa, con un guión que evoluciona sin descanso, pero sin prisa… Para mi es difícil de describir.
No es una película para todos los públicos, no es una película fácil, pero si es altísimamente satisfactoria. Si sabes que vas a ver, como es este tipo de thriller chino, es una experiencia cautivadora y maravillosa que espero repetir más pronto que tarde.
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