Cerramos hoy las crónicas asiáticas que David Garrido nos ha estado enviando desde la edición presencial del Sitges Film Festival. Realmente la presencia asiática este año era más bien escasa y, evidentemente, no todo pudo verse en vivo y en directo. Estas crónicas se complementarán con mis propias crónicas “en paralelo”, que comenzaré más pronto que tarde, con todo el cine asiático que he podido recuperar, tanto en la parte online del propio Sitges como por otro medios -DVD, VHS, etc-. La cosa empezará a lo grande, centrados en la retrospectiva sobre la Bruceploitation que este año era una de las estrellas del Brigadoon. Eso será muy pronto, hoy tienen aquí la coreana Beauty Water, el documental Citizen K y la indonesia May The Devil Take You Too.
Beauty Water
Cho Kyung Hun, Corea del Sur, 2020 – Anima’t
Si la belleza está en el interior… a pelar carne hasta encontrarla.
Más allá de los omnipresentes anime japoneses (tres tenemos este año) y de las dos raras avis estonia (The Old Man Movie) y argentina (Lava) que se han colado en Anima’t en esta edición destaca también esta producción surcoreana – pero con abundante pasta procedente de China – que me cuentan está basada en un webtoon muy popular en ambos países (si no saben lo que es un webtoon, no se preocupen: yo tampoco lo sabía hasta hace dos días) que ha motivado el salto al largo de esta historia sobre la creciente importancia que nuestra imagen física tiene en un mundo cada vez más dominado por las redes sociales, en el que la belleza puede ser el pasaporte definitivo a una vida de lujos y a ostentar un poder impensable hace apenas unos años gracias a la popularidad, tan efímera a veces como fulgurante, que puede ofrecerte el tener un buen físico y un rostro bonito. En estas coordenadas, los productos de belleza que funcionen de verdad juegan un papel importantísimo en esa industria… pero sí encima tenemos uno que mágicamente nos elimina esos kilos de más y nos otorga un cuerpo esplendido sin pasar por el gimnasio ni hacer dietas y tenemos una personalidad superficial pero ambiciosa a juego, pues ya tenemos elementos para jugar de sobra.
Beauty Water no es lo que se diría un prodigio de la sutileza: su protagonista es una joven entrada en kilos que malvive como maquilladora de una de esas estrellas televisivas de privilegiado físico y que arrastra un trauma de cuando, siendo niña y bailarina, quería gustar a todo el mundo y no lo conseguía, por lo que se descuidó y acabo siendo una persona más del montón, pero con una considerable carga de ira, frustración y resentimiento a sus espaldas. Un día ocurren dos cosas a la vez: un joven y guapísimo aspirante a actor le muestra cierta amabilidad – con lo que ella se enamora perdidamente de él, claro – y aparece en el programa atiborrándose de comida y convirtiéndose en el blanco de las burlas de las redes sociales, lo que provoca su inmediato aislamiento… del que solo saldrá cuando la marca de belleza Beauty Water quiera convertirla en la imagen de su mágico producto, que de la noche a la mañana la convierte en un bellezón impresionante que aprovecha su nueva posición de privilegio para conseguir todo aquello con lo que siempre ha soñado.
Lo divertido de Beauty Water tiene que ver con lo gore que es el tratamiento de belleza, que básicamente quita y pone carne a pedazos según el gusto del consumidor y genera unas escenas gore de lo más divertidas que hacen que su mínima historia mantenga lo justo el interés hasta que alcanza su tramo final. Estamos ante una producción surcoreana en el que su director debutante Cho Kyung Hun y su equipo se muestran mas voluntariosos que efectivos a la hora de conseguir un producto atractivo visualmente en lo que se refiere a la animación propiamente dicha. Pero donde la técnica no alcanza, puede hacerlo la parte más salvaje, alocada y divertida de una película que se vuelve (y esto es muy de agradecer) más bestia y atrevida según se va acercando a su resolución, que dejará ojiplático a más de uno – el plano final es inenarrable – y que sin embargo me cuentan que tampoco es que llegue a los niveles del webtoon original, aun más bestia que lo que aquí hemos visto. Yo ahí lo dejo por si alguien quiere buscarlo por esos procelosos mundos de las redes. La película se deja ver bien y gracias.
CITIZEN K
Yves Montmayeur, Francia, 2020 – Seven Chances
Takeshi Kitano, el rostro impenetrable.
En nuestra búsqueda de productos asiáticos que echarnos a estas crónicas en este erial que es en este campo la edición 2020 de Sitges, nos asomamos a esta simpática producción francesa que tiene como objetivo el acercarnos a las múltiples facetas de este artista y cineasta japonés conocido como Takeshi Kitano por nosotros y como Beat Takeshi en su país a través de la muy poliédrica mirada de un puñado de colaboradores y estudiosos de su figura que prestan su voz y su imagen a este documental realizado por un autor especializado en trazar perfiles de artistas del mundo del cine como Christopher Doyle, Takashi Miike, Michael Haneke o Guy Maddin, entre otros. Ciudadano K se abre con unas imágenes de El Verano de Kikujiro que ilustran unas declaraciones de Kitano en las que muestra su convencimiento de tener que disfrutar como un niño de cada proyecto que realiza y que confía no perder esa mirada jamás y a partir de ese prólogo se zambulle en la narración cronológica y bastante clásica – pero muy efectiva – de la trayectoria de Takeshi Kitano desde su infancia en uno de los barrios más pobres de Tokyo, su adolescencia creciendo al tiempo que los hijos de los Yakuza locales, sus escarceos con la universidad y el hastío que le llevó a formarse de manera casi autodidacta y su incursión en el mundo del espectáculo, primero a través de números cómicos que le fueron llevando de escalón en escalón hasta la televisión donde llegó a disfrutar de una fama desmedida como uno de los cómicos más populares de su país y sus comienzos en el mundo del cine, donde sorprendió a propios y a extraños con un estilo sobrio, violento y poético que le llevó a ganar el León de Oro del Festival de Cine de Venecia en 1997 con la maravillosa Hana-bi (Flores de Fuego)
Para este cronista Takeshi Kitano representa la nostalgia de una época, la de los videoclubs en los que películas como Sonatine o Violent Cop nos descubrían que detrás de aquel cómico que se había metido en miles de hogares españoles con aquel sonrojante Humor Amarillo de Tele 5, había un cineasta magnífico con un estilo personal, único y reconocible que se ganaba incluso las alabanzas de gigantes como Akira Kurosawa – impagable el momento del documental en el que aparece glosando las virtudes del cine de Kitano dirigiéndose al propio interesado… vestido con una sudadera de Los Angeles Lakers – e influyendo notablemente sobre cineastas posteriores que aparecen en el documental como Jia Zhang-Ke o Diao Yinan mientras descolocaba por completo a unos compatriotas japoneses que, francamente, no sabían (y creo que siguen) sin saber muy bien lo que hacer con un tipo que lo mismo te rueda un Zatoichi, o Dolls, se lleva a Estados Unidos sus historias de yakuzas con Brother, trata de explicarse a sí mismo (y reírse de su imagen disociada) con su trilogía autorreferencial (Takeshis, Glory to the Filmmaker, Aquiles y la Tortuga)… o se disfraza de Trump para entrevistarse con la gobernadora de la provincia de Tokyo mientras estira en la serie Outrage sus violentas historias de venganzas entre bandas.
El documental es bastante superficial, pero está hecho con cariño, cuenta con numerosas intervenciones del propio Kitano que habla de su obra y su vida con una candidez y una franqueza desarmante y nos muestra a través de las entrevistas con sus colaboradores su ética y su forma de trabajar, bastante peculiar y fruto directo de la mezcla entre su formación como cómico y su instinto a la hora de cómo contar la historia que tiene en mente. Es una buena forma de iniciarse en ese enigma que es Takeshi Kitano, pero lo mejor, siempre, es conocer y disfrutar sus películas como una vez hizo en aquellos videoclubs de Mérida este cronista. Y quedarse con la boca abierta con lo que este polifacético y estupendo artista ha ido creando.
MAY THE DEVIL TAKE YOU TOO
Timo Tjahjanto, Indonesia – Panorama Fantastic
El desatadísimo tren de la bruja indonesio.
Ya hemos hablado aquí de The Queen of the Black Magic y de Impetigore, de los Mo Brothers y de Joko Anwar, así que no me repetiré sobre lo ya expuesto. Lo cierto es que este Sitges 2020 bien podría ser recordado como el año de los tres indonesios y ha sido un acierto por parte de la organización el dejar la secuela de Que El Diablo Te Lleve – está en Netflix para quien no la conozca, aunque no es necesario haberla visto previamente para disfrutar de su secuela – realizada por el propio Timo Tjahjanto tras el paréntesis que supuso The Night Como For Us hace dos años. Aquí Timo vuelve a las andadas de lo que más le gusta y recupera a Alfie y Nara, las supervivientes al Diablo de la primera entrega y tras una terrorífica escena prólogo marca de la casa, las coloca en un nuevo escenario: son secuestradas y llevadas contra su voluntad por un grupo de jóvenes a un antiguo orfanato (oh, si: OTRO orfanato de los horrores) donde esperan beneficiarse de la experiencia previa de Alfie para librarse de una entidad demoníaca que los está persiguiendo por un hecho del pasado.
Timo no se anda con muchas sutilezas: ni es Joko Anwar ni le tiene en el guión, así que a las primeras de cambio ya saca toda la artillería diabólica para mostrar en pantalla un frenético tren de la bruja en el que no falta de nada: ni apariciones inquietantes que avisan de lo que está por caer, ni posesiones brutales que harían sonrojar al mismísimo Sam Raimi en la que una joven poseída puede montar un estropicio de cuidado y perseguir hasta la saciedad (y el descoyuntamiento de varios miembros) a los miembros del grupo, ni invocaciones basadas en hechizos sacados de una biblia negra, ni revelaciones espectaculares que generan inopinados puntos de giros narrativos. Y torturas, mutilaciones, sustos y muertes varias. En gran cantidad de todo, que estamos en modo buffet, por favor. May The Devil Take You Too es una película en la que el género se retroalimenta de sí mismo y no necesita una mayor profundidad ni excusas para avanzar siempre hacia delante cogiendo cada vez más velocidad. Es decir: lo ideal para una juerga mortal en el Retiro, cuyo público ama desaforadamente este tipo de propuestas y lo defiende a muerte, nunca mejor dicho. La película tiene no pocas inconsistencias – hay incluso momentos en los que parece un remake de Pesadilla en Elm Street 4: Los Guerreros del Sueño o una parodia involuntaria de Insidious – pero es irresistiblemente divertida siempre que se entre en su juego, claro. Timo Tjahjanto sabe lo que se hace, sabe lo que el público quiere y se lo sirve con profusión, aunque estire un tanto el relato y haya en la película ideas geniales que quedan aplastadas por el peso de la avalancha de escenas a cual más frenética, aunque el conjunto sea tan disfrutable como intrascendente.
Dos anécdotas: A este cronista le despistó no poco a ratos el enorme parecido de la actriz indonesia Widika Sidmore (Gladys) con nuestra Bárbara Lennie y me gustó la forma en la que Timo Tjahjanto saca partido de la relación de Alfie con el Diablo con mayúscula, algo que juega un papel importante en la resolución de la película (y en la más que segura continuación de la saga). Puede que May The Devil Take You Too sea la más divertida de las tres pelis indonesias vistas este año en Sitges. Pero también es, justo es reconocerlo, la menos interesante y estimulante de todas ellas. Aun así, que siga la fiesta del folk horror indonesio por muchos años más. Y nosotros que lo veamos en el Retiro.
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