Cruel Tale of Bushido + Revenge
La enajenación del código del deber
Cuando se admira una cultura extranjera uno tiende a idealizarla, a convertirla en algo bello, utópico, maravilloso. La cultura japonesa siempre ha sido un buen ejemplo de ello, con varias generaciones de jóvenes, y no tan jóvenes, occidentales influidas por el cine, la televisión, la cultura manga/anime o el J-pop, que solo ven, o quieren ver, lo que les gusta del país, de su historia, pero no van más allá. Dentro de la cultura japonesa si hay algo mitificado en occidente es el Bushido, el código del samurái, el honor y la lealtad llevados al máximo exponente, pero lo que no parece que queramos ver es lo que ese honor y esa lealtad tenían detrás dentro de una sociedad militarista, totalitaria y con una rígida estructural social que se sostenía, precisamente, sobre ese código. Hoy os traigo dos ejemplos muy directos que tratan este tema de la mano de uno de los directores clásicos japoneses más comprometidos políticamente, Tadashi Imai.
武士道残酷物語 –Cruel Tale of Bushido a.k.a. Bushido, Samurai Saga– nos presenta siete generaciones de una misma familia a través de los diarios que un joven repasa en su hogar tras el intento de suicidio de su prometida. El primero de ellos nos traslada a 1610, tras la batalla de Sekigahara, para que conozcamos a Jiroza’emon, un samurái que ha perdido a todo su clan en batalla y jura lealtad a un nuevo señor que lo ha ayudado a sobrevivir. Pasados los años, ya en la vejez, Jiroza’emon sigue combatiendo pero debido a una revuelta un incendio provocado afecta a clanes aliados y este se quita la vida haciendo Seppuku para limpiar el nombre de su clan. Este es el macabro punto de partida, un inicio que nos llevará por un viaje hasta el presente en donde el honor y el deber siempre se torcerán en favor de los poderosos de las formas más retorcidas posibles.
Así podremos ver como un despótico señor se encapricha de la esposa de uno de estos descendientes, concediéndole el “honor” de llevarla al castillo. “¿Qué pasa? ¿No está contenta de tener el patrocinio de Su Alteza? Ahora te has convertido en su favorita, la envidia de todos”. La entrada que figura en el diario familiar de ese día es una palabra “Lealtad”. En otro de estos episodios el joven protagonista ofende a su señor por una estupidez, perdiendo su favor. Cuando el señor muere, sus leales vasallos principales se suicidan para acompañarlo al más allá y este se obsesiona con cumplir su deber en última instancia. En tiempos más contemporáneos se desarrollan los dos últimos episodios: uno situado en la segunda guerra mundial dentro de un escuadrón kamikaze, y el otro la historia de por qué la prometida del protagonista que nos narra la historia de su familia ha intentado suicidarse.
Bushido intenta por todos los medios mostrarnos los puntos más oscuros que conlleva anteponer un supuesto honor social y el deber por un señor, sea real o ficticio, a la propia vida, a la propia familia. Es muy interesante ver como este código, tras tantos siglos de aplicación, parece haberse insertado en el ADN japonés, perdurando incluso tras la desaparición del sistema feudal, tras la desaparición del sistema nacionalista en la Segunda Guerra Mundial. Se marca a las empresas como los nuevos señores y el peligro -mortal- de repetir viejos errores.
En la misma línea continuó Tadashi Imai al año siguiente con 仇討 –Revenge-, que bien podría haber sido un corte más de la historia de la familia protagonista de Bushido. Esta película comienza con los preparativos para una Venganza oficial, una especie de duelo de honor para vengar una afrenta que se realiza en público y con testigos. Todo viene porque Shinpachi, un samurái de bajo rango, se encara con Magodayu, un oficial, por el menosprecio de este último. Esa misma noche se produce un duelo entre ambos, un desafío que no veremos y que es lanzado por el oficial, que además muere en el mismo. Un samurái de clase baja no puede levantar su arma contra uno de clase alta, y además es una deshonra para un oficial lanzar un duelo a un samurái de clase más baja que la suya. El clan, para evitar la vergüenza, intentará de varias formas culpar a Shinpachi o, incluso, declararlo loco, pero todo se irá complicando.
La cinta va saltando entre los preparativos de ese duelo de venganza oficial, que básicamente es una especie de circo romano donde los campesinos conversan, se acercan vendedores de comida y todo parece lleno de cierto jolgorio, como preparar un festival, más que un duelo; Y toda la historia de lo que tiene que pasar el protagonista, con una clara crítica a esa especie de código de honor enajenado en el que se basan casi todas las decisiones que toman los personajes.
Akira Kurosawa dijo en una entrevista recordando No Regrets for our Youth, quizás su cinta políticamente más comprometida: “Casi todos los directores de cine japoneses que fueron mis contemporáneos eran más o menos marxistas y tenían experiencias similares. Los dos únicos que siguieron siendo comunistas hasta ahora son Satsuo Yamamoto, que hizo War and Peace (1947) [de hecho ambos participaron en esta película Yamamoto e Imai], y Tadashi Imai… El resto de nosotros somos todos ex-comunistas”. Tadashi Imai fue uno de los directores más implicados políticamente de su generación, tal y como posteriormente lo serían Oshima o Wakamatsu.
Tadashi Imai nació en 1912 en Tokio, hijo de un sacerdote. Muy pronto se rebeló contra la autoridad y ya en su juventud desarrolló un fuerte rechazo hacia la religión, la cultura tradicional y las instituciones. En esa época, la era del Imperio japonés, una visión del mundo disconforme con la política imperante venía a constituir un crimen capital. Él mismo, cuando era estudiante en la Universidad Imperial de Tokio a comienzos de la década de 1930, estuvo encarcelado dos veces por participar en protestas izquierdistas. Imai destacó en el mundo del cine por sus películas de crítica social, muy influenciadas por el neorealismo italiano. Comunista declarado durante toda su vida, a pesar de haber realizado películas de propaganda durante la Segunda Guerra Mundial, llegó incluso a militar en el Partido Comunista de Japón, pasando gran parte de la última fase de su carrera filmando cintas izquierdistas en el seno de la Toei.
Sus películas siempre han estado en las listas de lo mejor del cine japonés de la revista Kinema Junpo, y ha ganado numerosos premios a los largo de su carrera. Precisamente Bushido ganó el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín en 1963, festival que ya lo había premiado anteriormente a mejor director por Story of Pure Love.
Cabe destacar también el papel protagonista tanto de Bushido, donde interpreta a todos y cada uno de los descendientes familiares, como de Revenge para el actor Kinnosuke Nakamura. De familia de larguísima tradición del teatro Kabuki, su padre, su hermano y su sobrino fueron actores de renombre en esta disciplina, Kinnosuke fue un actor fetiche en la historia del cine japonés, colaborando con casi todos los grandes directores de su época, sobre todo dentro del jidai-geki y cine de samuráis. De hecho, ganó el Blue Ribbon a mejor actor en 1963 por esta película.
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