Hiroyuki Tanaka, más conocido como SABU, era un actor con cierto recorrido cuando dio el salto a la dirección en 1996 con Dangan Runner. Decidió entonces tomar el sobrenombre de SABU, tal y como se llamó su personaje en su película debut como actor Sorobanzuku (1986), comedia surrealista escrita y dirigida por Yoshimitsu Morita sobre dos asalariados que trabajan en una empresa de publicidad y deberán combatir las prácticas de una empresa rival. Para Hiroyuki Tanaka esto era una especie de broma, el sería SABU para el mundo del cine, viviría una vida ficticia, tal y como nos comentaba en la entrevista que pudimos hacerle en el Festival de Sitges. Si creo que algo caracteriza la obra del director es esta especie de punto de vista satírico de sus propias películas y de las temáticas que retrata, muchas veces con un fuerte trasfondo social. SABU es uno de esos directores que pueden tomar una escena aparentemente dramática y convertirla en cómica a base de extrañas conversaciones, situaciones fuera de lugar y un punto de vista muy natural sobre lo extraño. Igualmente, puede tomar una escena aparentemente cómica e ir enrareciendola hasta el punto de resultar incomoda y áspera. Todos estos malabares de género se dan en Monday, su cuarta película y, para muchos, su mejor obra de aquella época.
Monday comienza con un tipo despertando en una habitación de hotel. Hoy es lunes, ¿Lunes?, la resaca es importante y no recuerda nada del fin de semana, por lo que comienza un ejercicio de rememorar el por qué está en esa habitación y tiene una serie de extrañas sensaciones sobre lo sucedido en los últimos días. A partir de aquí la historia se irá narrando a base de flashbacks donde este asalariado con mala fortuna ira recordando que le pasó el fin de semana. El primero de estos recuerdos lo llevará a un funeral que evoluciona de la forma más extrañamente surrealista posible, dentro de la seriedad y naturalidad que le dan los personajes a los hechos que suceden. Tras esto, y una borrachera posterior que termina con este hombre asociado a un jefe Yakuza, se desata un guión caótico y violento, donde SABU siempre destaca la naturaleza cómica de las cosas, a veces terribles, que le suceden o son causadas por el protagonista.
En la superficie, una especie de crítica al alcoholismo. En la periferia, una representación mucho más interesante a la enajenación social que a veces producen los usos y costumbres -muy curiosa esa carta que escribe el protagonista, una vez recuerda buena parte del fin de semana, donde detalla con todo lujo de detalles como cuidar sus plantas-, y como las casualidades -algo también muy determinante en la obra del director, las casualidades que mueven la vida- pueden llevar al extremo a un hombre enajenado. SABU llega incluso a reírse, al igual que su protagonista, del propio destino, cuando en el tramo final se desata una caótica secuencia de sucesos de una manera bastante lisérgica.
Otra de las claves de la película es la tremenda presencia de Shin’ichi Tsutsumi, actor que ya había trabajado con el director en todas sus películas anteriores y que forma parte de su imaginario en esta serie de películas iniciáticas, y en algunas que vendrían después. Me gusta especialmente de este tándem la anterior Postman Blues, sobre un joven cartero que pasa los días inmerso en la desidia de su trabajo hasta que se reencuentra con un antiguo compañero que resulta ser pandillero Yakuza. Este encuentro hace ver al cartero lo que de verdad detesta su trabajo por lo que esa noche se la pasa bebiendo y abriendo correo de gente para entretenerse, llegando a una carta que dirige una mujer a un familiar hablándole de su enfermedad. Como si de un flechazo se tratase, el cartero se propone encontrar a la mujer, pero lo que no sabe es que el encuentro con el Yakuza le pone en el punto de mira de la policía por creerle cómplice en un caso de tráfico de drogas.
Con un tono un poco más directo que Monday, las temáticas de fondo y el personal estilo del director siguen estando ahí, aunque quizás en esa combinación de sátira humorística y drama personal se decanta más por lo segundo. Aún así, las casualidades y los equívocos siguen siendo el motor de esta historia, que también cuenta con un tramo final demoledor.
En fin, acérquense a la obra de SABU, sean estas películas iniciales, sean obras más recientes como la tremenda JAM o la peculiar Dancing Mary, de las que ya os escribíamos unas líneas en su paso por el festival de Sitges.
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