Volvemos a la carga con nuestras crónicas asiáticas de la pasada edición del Festival de Cinema Fantàstic de Catalunya, Sitges 2021. En esta ocasión os traigo cuatro nuevas propuestas entre las que se encuentra una de las revelaciones japonesas de este año, dos thrillers muy interesantes y una curiosidad clásica de lo más gustosa. Vamos a ello.
Hace un par de años una película asiática revolucionó Sitges pro su originalidad, su cuidada planificación y su tremendo amor por el séptimo arte. Fue una de esas películas que denominan sleepers, cintas de bajo presupuesto que no tiene una gran distribución ni circulan por el circuito de festivales, pero cuando se descubren triunfan allá por donde pasan. Nos referimos, efectivamente, a One Cut Of the Dead del realizador Shinichiro Ueda, cinta de bajísimo presupuesto realizada con los alumnos de una escuela de cine, actores y actrices en su mayoría noveles, que nos presentaba un plano secuencia de mas de 30 minutos de pura serie B zombie para luego darnos una lección de metacine de lo más divertida.
Beyond the Infinite Two Minutes, si ser igual, comparte esa misma esencia que tanto nos gusta, una película pequeña, independiente -de hecho grabada con móviles-, con un reducido número de actores y escenarios pero que muestra un derroche de originalidad y, sobre todo, planificación y ejecución que más quisieran otras grandes producciones.
No es conveniente que sepan demasiado al verla, pero su premisa es simple y a la vez muy interesante. Kato es el gerente de una cafetería y hoy ya ha terminado su jornada. Vive encima, por lo que deja a su empleada cerrando el local y sube a su casa. En ese momento, desde su televisor, él mismo comienza a hablarle y le cuenta que esta pantalla y la que se encuentra en la cafetería están conectadas y se está hablando a si mismo desde dos minutos en el futuro. Y hasta aquí puedo leer, elucubren ustedes como puede evolucionar una película con esta premisa, una televisión conectada dos minutos en el futuro, y luego véanla para descubrir este divertidísimo in crescendo.
Quiero destacar sobre todo su extrema planificación, que salta de plano secuencia en plano secuencia y donde los gestos deben ser milimetricos para representar lo que que ya hemos visto, sea futuro o pasado. Una cinta pequeña que atrapa por muchos motivos. De lo mejorcito de Sitges.
Les reconoceré que me cuesta levantarme temprano para ver una película. En Sitges, los primeros pases de la mañana son abiertos a prensa y por tanto es más fácil planificarse muchas proyecciones usando este recurso. Pero yo voy a Sitges de vacaciones, aparte de que me comprometa como prensa con el evento y por eso les tengo siempre informados y escribo estas crónicas, y por eso me cuesta bastante. Solo podía ver el thriller ruso The Execution en esta franja horaria y entre las ganas que tenía de verlo y los buenos comentarios que me llegaron se me hizo imposible resistirme.
Primera película del director ruso Lado Kvataniya, que tiene una larga experiencia en el sector publicitario y ha realizado diversos cortos y videoclips, se basa en el caso real de un asesino en serie que durante casi una década mantuvo en vilo a los cuerpos policiales rusos. En 1991, una joven herida sale como puede de un bosque y es rescatada en una carretera, lleva las marcas de un caso de asesinatos en serie cerrado hace unos años y el detective Issa Valentinovich asume directamente el control del caso viendo en peligro su reciente ascenso. Esta nueva situación se mezclará con el caso original que investigó el propio Issa.
Nos encontramos ante una sorprendente opera prima, larga en duración, compleja en desarrollo y cruda en puesta en escena. Ambas líneas temporales irán cruzándose y poniendo elementos encima de la mesa en un puzzle complejo y estimulante que no solo se ciñe al caso, sino también a las relaciones personales que lo rodean y al propio ambiente del momento, un año, 1991, en el que la Unión Soviética se desintegraba y gran parte de su población no sabía que quedaría después. Me cuesta encontrar algo que no me parezca destacable en esta cinta que juega estupendamente la carta de los saltos temporales y su ambientación oscura y deprimente, que se cuece a ritmo lento pero no renuncia a la violencia, a momentos casi sádicos y temperamentos encendidos. Un juego de egos y revelaciones que quizás solo se alarga un poco dando explicaciones en su tramo final, pero que es uno de los grandes thrillers del año, sin duda.
Ese mismo día nos esperaba otro thriller, esta vez hongkonés y de la mano de un director que me gusta mucho, Soi Cheang. Limbo nos hace una propuesta que destaca inicialmente en lo visual por a estar rodada en un exuberante blanco y negro, pero que esconde una historia truculenta y sucia.
Esta película nos traslada a Hong Kong con un componente oscuramente onírico -debido a su aspecto visual-. El veterano detective Cham deberá hacer equipo con el joven y novato Will para atrapar a un asesino que mantiene en vilo a la población. Cham es rudo, de métodos poco limpios pero respetado por sus compañeros. Will es joven e idealista, de esos que quieren cumplir las normas y la ley a toda costa. Ambos terminarán recurriendo a una joven delincuente llamada Wong, que tiene un turbio pasado con el detective Cham que quiere expiar a toda costa.
Si, es evidente que el aspecto visual es una de las grandes bazas de esta película con un blanco y negro que viste estupendamente, sobre todo en su segunda mitad. Pero la forma que tiene el director de mostrarnos una ciudad llena de callejones que parecen basureros, la parte más oscura y sucia de los bajos fondos -llevado casi a la literalidad-, crean una atmósfera muy estimulante que acompaña muy bien a todo el argumento, que casi es igual de sucio.
Les reconoceré que la película me puso de muy mal humor y es que más allá del thriller con asesino, la búsqueda de la redención y la aceptación de la culpa fundamentan el que creo es uno de los personajes más importantes, aunque no lo parezca, de la obra, el de la joven delincuente al que el detective Cham trata literalmente a patadas. Me enfadó muchisimo ese maltrato constante, ese forma de llevar a un personaje hasta el extremo durante todo el metraje… pero creo que esa era precisamente la intención, forzar ese sentimiento extremo para catalizar toda la parte final de la cinta.
Esta es una película bastante extrema en su forma de afrontar su temática de base, que en el fondo no es novedosa ni original, pero que es un viaje que merece la pena vivir.
Y para cerrar esta crónica festivalera nos acercamos al espacio Brigadoon, la sala gratuita del festival donde impera el cine clásico y también podemos encontrar programas especiales y muy buen cine. En esta edición, con la temática relacionada con el hombre lobo y la bestia interior, era evidente que el hombre lobo por excelencia en nuestro país, el mismísimo Paul Naschy, no podía faltar a la cita y dentro de la programación de Cineasia en este espacio vimos la mítica y peculiar La Bestia y la Espada Mágica.
Coproducción entre España y Japón, décima entrega de la serie de películas dedicadas al hombre lobo, en esta ocasión Naschy vuelve a encarnar a Waldemar Daninsky. Tras una introducción rodada en España donde se narra el origen de la maldición que aflige a la familia Daninsky, Waldemar, buscando desesperadamente una solución a la misma, viaja a Japón para hablar con sacerdotes locales. Allí terminará enfrentado a diferentes vicisitudes, desde extrañas sacerdotisas a ninjas asesinos.
Película rodada en 1983 fruto de la amistad del propio Naschy con Masurao Takeda, que le abrió las puertas a la realización de diversos proyectos con dinero nipón orientados al mercado local, es una de las producciones más interesantes de nuestro querido hombre lobo. El ritmo se adapta mucho más a la representación cultural japonesa de la cinta -que prima sobre la europea-, la violencia se atempera y la calidad visual es, quizás, de lo mejorcito de la saga hasta la fecha. Casi todo el metraje se desarrolla en los estudios fundados por Toshiro Mifune y la mitología fantástica local se une a una cuidada producción donde se construyeron escenarios e incluso de desarrolló vestuario de época explícitamente para la cinta.
Siempre es de justicia recalcar lo relativamente poco apreciado que fue Jacinto Molina -Paul Naschy- en España en comparación por como se le ve en otros países. Mito del cine de género, esta es una buena prueba de como pudo exportar su cine a culturas tan aparentemente exóticas como la japonesa y desarrollar proyectos internacionales ambiciosos y muy interesantes.
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