Es hora de afrontar nuestra última crónica asiática de todo lo que pudimos ver el pasado Festival de Sitges, y lo hago con cierta desazón ya que he estado posponiendo, por diferentes razones, esta última entrega y ahora no se muy bien como afrontar sus dos primeras películas. Les he insistido mucho en estos textos sobre el uso y abuso de las maratones por parte del festival en lo referente al cine asiático en esta edición, y como el ansia nos puede, hoy comienzo estas líneas con la “maratón a la que nunca debí asistir”.
Tras vivir pases nocturnos prácticamente todos los días del festival, llegaba una de las maratones que más ganas tenía de ver, la cual comenzaba con la esperada Shin Ultraman, reboot del mítico personaje televisivo que adapta algunos de los capítulos de la serie original en una especie de nuevo comienzo para el personaje en este nuevo milenio.
Las apariciones del formas de vida gigantes son cada vez mas comunes en Japón y el gobierno crea un gabinete especial para ver como puede lidiar con estas destructivas apariciones. La cosa se complica cuando aparece una especie de ser gigante de procedencia desconocida que se enfrenta a los monstruos gigantes.
Estando de por medio Shinji Higuchi e Hideaki Anno tras el éxito de Shin Godzilla es inevitable querer hacer comparativas entre ambas, a pesar de las notables diferentes. Shin Ultraman también tiene una parte de gestión de crisis y burocracia política en esas reuniones de equipo y largas charlas internas, si bien su acción vuelve más a menudo a las calles y las maquetas, combinando FX digitales con efectos mucho más tradicionales, queriendo mantener esa esencia que define al personaje a nivel visual. Esta combinación no es tan radical como en Shin Godzilla y al personaje no le sienta bien el politiqueo ya que su espíritu es muy diferente al del saurio gigante, con lo que creo que la película funciona a medias y debería haberse centrado en esa diversión desinhibida y optimista, dejando a un lado algunas otras consideraciones.
Tampoco me veo capaz de ahondar mucho mas en esta opinión ya que, siéndoles sincero, parte de la película ha escapado de mi memoria debido al tremendo cansancio que acumulaba a esas horas de la madrugada. Debí haber intentado dejarlo, irme de allí al terminar esta película, pero le seguía Alienoid, una de las producciones de fantasía y ciencia ficción más esperadas de Corea del Sur y todo un blockbuster de primer nivel con un elenco formidable.
La sinopsis nos narra la historia de como para evitar la fuga de un alienígena encarcelado dentro de un cerebro humano, un guardia y su robot viajan 631 años al pasado para resolver una grave incidencia. Esa particular pareja, junto con el desventurado Muruk (un mago tao coreano) y un par de hechiceros, lucharán con los alienígenas rebeldes e intentarán recuperar la Hoja Divina, un elemento mágico que es la clave de todo.
Ya me dirán si este no es mi tipo de película. Pues nada, poco después de empezar su farragosa historia a base de líneas temporales, flashbacks y personajes que entran y salen, el sueño directamente me atropelló y me pasé dormitando toda la película. A pesar de haber visto partes enteras, actualmente no recuerdo absolutamente nada de ella y considero que ni siquiera la he visto. Es la vez que peor me ha sentado una maratón, y eso que me dormí viendo Yakuza Weapon de Tak Sakaguchi. Ese día me dije a mi mismo que no merecía la pena. Sigo manteniendo que no merece la pena, aunque a veces se me olvide y me pueda el ansia.
Tras poder dormir como se debe y recuperarme de semejante noche, nuestro último día en Sitges nos esperaba nada menos que Masaaki Yuasa, uno de mis animadores favoritos que ha estado presente con prácticamente toda su filmografía cinematográfica en estos años de festival. Yuasa recibía el premio Maquina del Tiempo a su carrera y además presentaba la película Inu-Oh, que ya había pasado por el festival Nits de Cinema Oriental de Vic este verano.
Inu-Oh, basada en la novela de Hideo Furukawa, nos traslada hace 600 años. Inu-Oh era un auténtico artista de Sarugaku Noh que tuvo un gran éxito en Japón durante el siglo XIV, aunque hoy en día es muy poco conocido a causa de la escasa información que existe sobre su obra y sobre parte de la música de la época. La película narra, en tono fantástico y forma de opera rock, la amistad de Inu-Oh y un artista de Biwa y como rompieron moldes en su forma de afrontar su arte.
Inu-Oh es una oda a la creación artística, a la amistad y a como subvertir los propios límites, encapsulado con esa forma tan original y particular con que el director narra las historias. La película no solo brilla en su apartado estético y en un imaginario muy interesante, sino que su formato de opera rock nos traslada esa sensación de que la música es igual en todas las épocas. Inu-oh y su grupo, al igual que su música, eran artistas del pueblo y tenían un gran éxito entre todas las clase sociales, sus actuaciones no tenían por qué envidiar a las grandes permaneces que se realizan en la actualidad y el público tampoco tendría por qué diferir en sus reacciones. Es como un nexo de unión del pasado con el presente, lo que acerca aún más la historia de estos artistas hasta nuestros días ya que además narra temas muy candentes como la censura de la creación artística o el revisionismo histórico.
Tuvimos la suerte de poder entrevistar a Masaaki Yuasa junto a nuestros amigos de Cineasia y nos contó cosas muy interesantes sobre la película y sobre su carrera. Podéis echarle un vistazo en este enlace.
No puedo imaginar una forma mejor de cerrar un festival tan fantástico como este.
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