Continuamos nuestro repaso “presencial” a la programación asiática de la presente edición del Sitges Film Festival con la segunda de las crónicas de David Garrido, nuestro enviado al evento -bueno que ha ido solo sin tener que enviarlo, pero ya me entendéis-. En esta ocasión nos habla sobre Queen of Black Magic, una de las que más pena me ha dado no poder ver en el festival, y Peninsula, la tan nombrada y comentada Peninsula, que personalmente me gusta mucho -aunque ya os comentare en mis propias crónicas en “paralelo”-. Vamos a por ello.
QUEEN OF BLACK MAGIC
Kimo Stamboel, Indonesia, 2019 – Midnight Xtreme
Primera de las tres películas de terror procedentes de Indonesia que veremos en esta edición de Sitges – las otras dos, con las que guarda más de un elemento en común, son Impetigore (Joko Anwar) y May The Devil Take You Too (Timo Tjahjanto), de las que hablaremos más adelante en estas crónicas – La Reina de la Magia Negra, dirigida por Kimo Stamboel, uno de los dos integrantes de los Mo Brothers, que nada tienen de hermanos y sí una pasión común por el cine de género (las malas lenguas dicen que el bueno es Timo Tjahjanto, pero eso es de momento más una cuestión de cantidad que de calidad: Timo le lleva tres películas en solitario de ventaja y a cual más estupenda) que tras el pequeño traspié que supuso su debut en solitario, esa adaptación del videojuego que fue Dread Out, se ha atrevido para su segunda incursión en la dirección con un remake del título homónimo de 1979, una pequeña joya de culto de la filmografía de su pais que la verdad es que ha resultado ser toda una sorpresa de lo más estimulante, una joya moderna del folk horror más desatado y macabro. Pero vayamos por partes:
The Queen Of Black Magic comienza con un grupo de adultos que vuelve al orfanato en el que tres de ellos crecieron cuando eran niños y establecieron un lazo inquebrantable entre ellos. El regreso se debe a que el dueño de ese orfanato, un hombre al que los tres amigos deben sus vidas, enferma gravemente. Pero la llegada de estos tres adultos juntos con sus respectivas mujeres, novias e hijos de distintas edades según el caso, parece remover cuestiones enterradas profundamente en el pasado, especialmente lo relacionado con la desaparición de una de las cuidadoras del lugar en aquel tiempo, fallecida en extrañas circunstancias. Apariciones fantasmales, alucinaciones y el descubrimiento de un autobús lleno de cadáveres darán inicio a una interminable noche de horror. El caos se irá desencadenando y haciendo presa en los ocupantes de la casa, que irán enfrentándose a los más variados y macabros terrores.
La película tarda lo suyo en lanzarse por la senda de ese horror rural que une tradiciones sangrientas, prácticas de magia negra, muchos insectos de lo más desagradable – ya saben, esos que tienen tendencia a meterse por cualquier orificio o bajo la piel en los momentos más inesperados y provocar dolorosos daños – y fantasmas que una vez desatados, no dan tregua alguna ni a los habitantes del orfanato ni al espectador, sumergiéndoles en la orgía de terror que uno espera en una buena sesión de Midnight Xtreme y dando muy buenos motivos para “disfrutar” de dicha experiencia. Es muy de agradecer esa cocción a fuego lento que permite al espectador desarrollar un cierto afecto y empatía por los personajes y conocerles un poco antes de someterles a la batería de terrores que sufrirán esa noche y ello es posiblemente mérito – así como algún que otro giro narrativo un tanto desquiciado pero que tiene su atractivo – de la escritura del tercer pilar del cine de terror indonesio contemporáneo, el gran Joko Anwar, que es el responsable en solitario del guión de este remake que se aparta bastante en la trama de la película original, que se centraba más en el origen de la bruja y el motivo de su venganza. Aquí los protagonistas son mucho más las víctimas de esa venganza, que ni siquiera saben muy bien por qué les pasa la mayor parte de las penalidades que sufren hasta bien avanzado el metraje.
La película tiene su mejor virtud en que aunque tarde lo suyo en entrar en materia, una vez que arranca coge ritmo a una velocidad sorprendente y apenas da respiro al espectador, que asiste entre atónito y fascinado al despliegue de medios que Kimo Stamboel realiza para llevar su propuesta a buen puerto con las justas dosis de violencia, repulsión y sangre que, ambientadas en un lugar tan exótico como una jungla perdida de Indonesia, nos permite una suerte de turismo salvaje por aquel país que aunque se resuelve un tanto precipitadamente – dejando la puerta abierta a una posible aunque improbable secuela – deja en el espectador algún recuerdo imborrable. Y no precisamente porque no prefiriera eliminarlo de su memoria.
PENINSULA
Yeon Sang-Ho, Corea del Sur, 2019 – Sección Oficial
Yeon Sang Ho era hasta el año 2016 un feliz director de animación surcoreano que con películas adultas como The King Of Pigs o The Fake – a la que luego se uniría Seúl Station – se había labrado una sólida reputación como creador de atmósferas estimulantes con películas cuyos guiones planteaban dilemas interesantes alrededor de cuestiones que preocupan en su país de origen. Entonces llegó Train To Busan y lo cambió todo. El pelotazo que dio esta soberbia película de zombis seleccionada en Cannes a nivel internacional fue tal que se la tiene como una de las obras claves en la renovación de tan manoseado género, con un planteamiento tan en apariencia sencillo como llevar el proceso de infección a un tren y, eso si, crear una serie de personajes entrañables con los que el espectador generaba tal empatía que la muerte de cualquiera de ellos a manos de las hordas de zombis provocaba una catarsis emocional pocas veces vista en los últimos años. Dolía de verdad perder a cualquiera de ellos y además de su perfecta mezcla de película de acción y horror movie variante zombis/infectados, Train To Busan elevaba el concepto de sacrificio a otro nivel.
Por ello, tras la catarsis colectiva que supuso Train To Busan para el fandom y también para gran parte de la crítica, incluso de la no especializada en el género, tras su paso por una de las secciones de medianoche del prestigioso festival de Cannes, se recibió con muchísimo alborozo el anuncio de su secuela, Península, situada en el mismo universo de Train To Busan pero cuatro años después, con una Corea del Sur que ya ha sucumbido a los zombis y está aislada internacionalmente, con su población diezmada al mínimo y/o refugiada en el extranjero. La película iba a estrenarse en Cannes este mayo, pero ya saben, la pandemia hizo de las suyas y el estreno se retrasó hasta ese pasado julio en Corea del Sur (retengan las fechas: hay un motivo para ellos) y cuando las primeras críticas llegaron, la reacción fue tan desproporcionada como brutal para gran parte de los que la vieron: Peninsula no tenía apenas nada que ver con Train To Busan y su director era poco menos que tachado de haber traicionado no solo a los fans de la película, sino a los postulados de su propia obra, cargándose por el camino gran parte de los atractivos de la película original.
La polémica es, digámoslo ya, directamente absurda: los que esperaban ver un Train To Busan 2 han visto muy frustradas sus expectativas por la sencilla razón que ese no es el camino que querían recorrer ni el director ni sus productores, que han consentido en alejarse casi por completo de Train To Busan para explorar otras opciones. Pero cabrearse por eso, como muy bien señala Enrique Garcelán de CineAsia es como enfadarse con James Cameron porque Aliens no repetía el esquema de Alien El 8º Pasajero de monstruo atrapado en una nave que va matando uno a uno a los miembros de una tripulación, convirtiéndose en una película de acción y bélica fantástica que poco o nada tenía que ver con la película de Rideley Scott (ni con sus futuros acercamientos a la saga, pero ese es otro tema y no para esta crónica precisamente…) Península es, simplemente otra historia ambientada en ese mundo y sus referentes no son en absoluto los de Train To Busan sino otras películas a las que, con mayor o menor acierto, Yeon Sang Ho ha querido rendir homenaje como la saga de Mad Max de – incluyendo Fury Road – con sus espectaculares secuencias de acción automovilística o las joyas de John Carpenter 1997: Escape From New York o 2013: Rescate en Los Ángeles, cuyas ideas de partida Yeon Sang Ho es feliz de samplear alegremente para esta continuación divertida, irreverente y muy trepidante que me temo que muchos no sabrán, cegados por su devoción por Train To Busan, valorar en su justa medida.
Vamos, que los zombis siguen ahí, pero son un simple decorado para ser masacrados de cientos de maneras distintas o utilizarlos como arma por parte de cualquiera que los quiera manipular usando la luz y el sonido para llevarlos por donde les interese. Pero la historia de Peninsula tiene que ver con una misión suicida a por unas sacas con millones de dólares, unos cuantos personajes con ganas de hacerse ricos y sin mucho que perder y supervivientes de uno u otro signo que en estos cuatro años han tenido tiempo de buscarse la vida o incluso degenerar mientras siguen atrapados en un territorio cada vez más apocalíptico que hostil. Quien no entienda ni asuma este principio tan básico está tristemente imposibilitado para disfrutar Península como lo que es: un estupendo y desmadrado producto de acción muy bien rodado en líneas generales que en su afán de satisfacer a sus referentes – entre los que no faltan tampoco algún videojuego, algo que se le ha criticado mucho como si fuera algo malo de por sí, cosa que yo, que ni siquiera soy jugador, tampoco entiendo mucho cuando se usa de forma despectiva, pero en fin…- se pierde un poco por el camino y resulta un tanto arrítmico… pero que sin duda es un espectáculo divertido y digno de ser disfrutado en salas como un entretenimiento de calidad.
Podemos enredarnos lo que queramos en cuestiones tales como lo estúpido o absurdo de su guión o la falta de carisma de sus personajes, protagonistas y villanos por igual, pero para mí el único error verdaderamente grave que comete Península es tirar del lado más lacrimógeno en su tramo final, alejándose hasta vaciar por completo de contenido el concepto de sacrificio de su predecesora y manejando una resolución ciertamente muy poco coherente el mundo tan tétrico y despiadado que describe. Pero aunque no nos guste, podemos encontrar una razón para ello: al principio les he dicho que se quedaran con las fechas previstas de estreno de la película y las fechas en las que finalmente se ha estrenado, con una pandemia de por medio que hace que determinadas referencias se lean de una forma muy distinta. Ahora imaginen a ese director enfrentado en su confinamiento a un montaje definitivo de la película, analicen algunos de sus planos finales desde la hipótesis que quizás su primera versión fuera distinta de la que finalmente llega a los cines. Quizás ahí encuentren también ustedes algunas razones para que Península sea el tipo de película que es en su alargadísimo e inacabable tramo final… o no. Nunca lo sabremos con seguridad.
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