Volvemos a la carga con las ediciones de Trash-o-rama, que ya iniciamos hace algún tiempo hablando de la siempre divertida y nostálgica Snow Monster. Como ya saben, este pequeño sello edita en España todo tipo de cine clásico asiático y películas de la última hornada del cine chino de plataformas con un punto en común, el entretenimiento. En esta ocasión os acercamos una de sus últimas ediciones hasta la fecha, con la cinta de acción marcial postapocalíptica Dragon Fury Road (The Outlaw Thunder, 铁甲狂猴之亡命雷霆) como gran protagonista.
La respuesta china a Mad Max, como reza el subtitulo de la portada, nos presenta un futuro apocalíptico dominado por una organización criminal llamada Sirius, que se dedica a esclavizar y oprimir los alrededores de su zona de influencia bajo el antiguo axioma de la supervivencia de los más fuertes. Con un líder y 5 lugartenientes, pronto nos situaremos en una sala de operaciones donde se realizará un trasplante de corazón entre una joven y el líder de la organización, hasta que Thunder, uno de los lugartenientes más fuertes, entra en escena para rescatar a la chica, y a otras secuestradas, y huir de la sede central, traicionando a la organización y provocando una encarnizada persecución.
Aparte de la ambientación y vestuarios, la persecución automovilística por el desierto es el único punto en común con la nombrada Mad Max y los paralelismos con las escenas que ya viéramos en Fury Road son evidentes, solo que aquí con un presupuesto minúsculo en comparación. Aún así, la cosa queda resultona y entretenida, salvándose muy bien los papeles dadas las circunstancias. Pronto el grupo llegará a la “ciudad abandonada”, una especie de complejo industrial en ruinas, y el resto de la película no cambiará de localización, centrándose en constantes combates marciales entre los diferentes lugartenientes que llegan para detener al traidor.
Como verán la originalidad brilla por su ausencia y el guión es bastante simple. Iremos descubriendo partes del pasado del protagonista y de las jóvenes, una de ellas con cierta tara mental que la hace no darse especial cuenta de lo que sucede a su alrededor. A pesar del poco peso de esta trama, creo que se resuelve de forma acertada el echo de que tomes cariño a algunos personajes, lo que hace que su tramo final adquiera un tono dramático muy estimulante y que da sentido a su desenlace. Por lo demás la acción marcial es la reina de la película, con combates muy bien llevados entre las naves abandonadas de esta zona industrial. El increscendo es evidente, subiendo el nivel de los golpes, de esos que duelen, que doblan barras de hierro o rompen paredes, con la dosis justa de cableado y efectos de cámara para realzar su impacto y un tramo final apabullante.
Este protagonismo de la acción marcial se hacia evidente estando Yue Song en la dirección, edición y papel principal. Artista marcial muy competente, sobre todo en su zona inferior, ya ha demostrado sus capacidades de lucha en la anterior Iron Bodyguard (2016), donde daba vida al heredero de una antigua escuela marcial que, tras la muerte de su maestro, va a la ciudad a buscar a su antiguo compañero, viéndose convertido en guardaespaldas que debe combatir a la mafia.
Si buscan cine de acción en Dragon Fury Road lo encontrarán, con los elementos dramáticos justos para no perder interés más allá de su escasa originalidad y una insana cantidad de combates en sus casi dos horas de duración, mucho más de lo que estamos acostumbrados en este tipo de productos -esto último tiene explicación y es que su estreno en plataformas se hizo en dos partes de unos 60 minutos cada una, estando aquí remontadas en un solo metraje-.
Como ya es habitual, estas ediciones suelen ir acompañadas de otra película a modo de extra, esta vez un clásico del cine de kung fu ignoto como es Flash Future Kung Fu, dirigida por el conocido Kirk Wong en 1983. Esta cinta hay que verla para creerla, empezando por su peculiar ambientación de ciencia ficción.
Su trama nos sitúa en un futuro cercano en donde se nos habla de que ciertos sectores del mundo marcial utilizan la tecnología y la química para desarrollar sus habilidades de forma artificial. Mientras se nos narra todo esto, veremos a una especie de organización maligna de luchadores nazis -si, nazis, con sus banderas y todos sus aderezos- que entendemos claramente serán los malos de la película, cómo no. Tras esto conoceremos a dos alumnos de un maestro de la vieja escuela que se irán asociando con malas compañías en la figura de unas muchachas que los llevan por el camino de la juerga nocturna y las drogas de diseño, hasta que uno acaba muerto y el otro -al que da vida el conocido actor Johnny Wang– intoxicado… y aquí viene el descenso a la locura de este increíble guión, cuando el maestro intenta salvar a su alumno llevándolo a su amigo el científico loco que le hace todo tipo de pruebas y experimentos hasta que termina convertido en una especie de maquina asesina que, evidentemente, irá a vengarse de la organización nazi. Con combates, equívocos, traiciones y experimentos extraños, todo es totalmente loco, quizás demasiado para la mayoría, ya se lo advierto.
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